La Aventura de la Calavera Sonriente



Había una vez un pequeño pueblo llamado Amigoville, donde la oscuridad de la noche parecía hipnotizar a los más curiosos. Tres amigos inseparables, Tomás, Lucía y Pedro, vivían aquí y siempre estaban en busca de aventuras. Una noche, mientras contaban historias de miedo bajo la luz de una fogata en el patio de Tomás, escucharon un extraño ruido que venía del bosque cercano.

"¿Escucharon eso?" - dijo Tomás, con los ojos bien abiertos.

"Sí, me parece que proviene de la Cueva de la Calavera" - respondió Lucía, con un tono de emoción en su voz.

El nombre de la cueva era conocido en todo el pueblo, pues se decía que había una calavera que podía hablar y que tenía un gran secreto escondido. Los tres amigos decidieron aventurarse hasta allí, ignorando el escalofrío que recorría sus espinas.

Al llegar a la entrada de la cueva, se encontraron con un gran desgarrón en la tierra que parecía llamarlos. En el rincón oscuro, descubrieron una calavera sonriente.

"¡Hola, niños!" - saludó la calavera con una voz amistosa.

"¡Hola!" - respondieron los chicos, sorprendidos pero intrigados.

"Soy la Calavera Sonriente. He estado esperando que alguien me visite. Necesito su ayuda" - explicó la calavera.

Intrigados, los amigos se acercaron un poco más.

"¿Qué necesitas de nosotros?" - preguntó Pedro, con un brillo aventurero en sus ojos.

"En esta cueva vive un zombie llamado Zacarías, pero no es un zombie común. Tiene un corazón tan puro como el oro, pero se siente solo y triste porque la gente se asusta de él" - relató la calavera.

"¡Vamos a ayudarlo!" - exclamó Lucía, llenándose de valor.

Bajo la dirección de la calavera, los tres amigos se adentraron más en la cueva, donde encontraron a Zacarías, un zombie de piel oscura y ojos tristes.

"¡Hola!" - dijeron al unísono los chicos, temerosos pero compasivos.

"¿Por qué vienen?" - preguntó Zacarías, con voz apagada y melancólica.

"La calavera nos dijo que estabas triste. Queremos ser tus amigos" - respondió Tomás, mientras los otros lo miraban con sorpresa.

Zacarías se sorprendió. Nadie había tratado de acercarse a él antes.

"Realmente, no tengo amigos. Los demás se asustan de mí por cómo luzco" - dijo el zombie, dejando caer una lágrima.

"No importa cómo te veas, lo que importa es cómo eres por dentro" - intervino Lucía, con una mirada firme.

Con el tiempo, los tres amigos comenzaron a pasar tiempo con Zacarías. Jugaban, se reían, y juntos compartían historias. Zacarías se sentía feliz, y por primera vez, el miedo que le causaban a los demás no lo alcanzaba.

Una noche, mientras se reían y jugaban a la escondida dentro de la cueva, la Calavera Sonriente se unió a ellos, alegrando la atmósfera con su risa alegre.

"¡Ahora son un gran equipo!" - exclamó la calavera.

Sin embargo, a poco de disfrutar, escucharon pasos pesados que resonaban fuera de la cueva. Eran algunos aldeanos que se habían preocupado por sus hijos. Al ver la entrada oscura, comenzaron a murmurar.

"¿Qué hacemos ahora?" - preguntó Pedro, preocupado.

"No deben ver a Zacarías. Ellos no comprenden su corazón puro" - advirtió la calavera.

Pero Lucía, decidida, tuvo una idea brillante.

"¡Vamos a hablar con ellos!" - sugirió.

Los amigos se acercaron a la entrada junto a Zacarías, respirando hondo, y se enfrentaron al grupo de aldeanos.

"¡¿Qué pasa aquí? !" - gritó el alcalde, al ver la escena.

"Queremos que conozcan a Zacarías. No es un monstruo, es un amigo" - dijo Lucía con valentía.

Los aldeanos, en un principio sorprendidos, miraron a Zacarías. Con su nueva sonrisa y la calidez que los amigos compartían, empezaron a cambiar su percepción.

"Hola, soy Zacarías. Solo quiero ser su amigo" - dijo el zombie con voz amable.

Y así, en un giro inesperado, los aldeanos comenzaron a acercarse y a conocer el verdadero corazón de Zacarías. Risas y alegría llenaron la cueva esa noche. Todos jugaron juntos, superando el miedo y abrazando la amistad.

Desde aquel día, Zacarías no volvió a estar solo. La calavera, encantada con la transformación, decidió que su trabajo ya estaba hecho y desapareció en una nube de brillo.

Los tres amigos aprendieron que no importa cómo luzca una persona, lo que verdaderamente importa es lo que llevamos dentro. Y así, la amistad venció al miedo, siempre en la alegre cueva de Amigoville, donde la Calavera Sonriente y Zacarías vivieron felices para siempre.

FIN.

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