La Aventura de la Coneja Lechuguina



En una hermosa mañana de primavera, la coneja Lechuguina despertó con mucha energía. Miró por la ventana de su madriguera y vio que el sol brillaba, los pájaros cantaban y sus amigos estaban listos para jugar.

"¡Hoy será un gran día!", pensó Lechuguina mientras se arreglaba. Al salir, vio a su amigo el pato Burbujas zouteloteando en el estanque.

"- ¡Hola, Burbujas!", saludó Lechuguina. "- ¿Estás listo para jugar?"

"- ¡Sí! Vamos a buscar a los demás", respondió Burbujas emocionado. Juntos, fueron a buscar a Lulú, la tortuga, y a Ramón, el ratón.

Al llegar al claro del bosque, encontraron a Lulú comiendo tranquilamente una hoja de lechuga.

"- ¡Hola, Lulú!", gritó Lechuguina. "- ¿Querés jugar?"

"- ¡Claro! Pero dejame terminar mi almuerzo primero", contestó Lulú con una sonrisa.

Mientras esperaban a que Lulú terminara, Lechuguina y Burbujas decidieron inventar un nuevo juego. A Lechuguina se le ocurrió que podían hacer una búsqueda del tesoro.

"- ¡Burbujas, hagamos una búsqueda del tesoro! Yo esconderé unas zanahorias y ustedes tendrán que encontrarlas", propuso Lechuguina.

"- ¡Suena perfecto!", respondió Burbujas.

Cuando Lulú terminó de comer, les explicó cómo funcionaría el juego:

"- Vayan y escondan las zanahorias. Yo las encontraré", dijo Lulú con seguridad. Pero Lechuguina, emocionada, quería participar también.

"- ¡No! ¡Yo quiero esconderlas!", exclamó. "- Vamos a hacerlo por equipos. Yo me quedaré con Burbujas y tú con Ramón buscándolas".

Lulú aceptó un poco reticente, ya que sentía que ella podía encontrar las zanahorias más rápido. Después de discutir un poco, todos aceptaron la idea de Lechuguina.

Los amigos corrieron en direcciones opuestas. Mientras escondían las zanahorias, Lechuguina tuvo una pequeña idea brillante:

"- ¡Vamos a hacer un mapa del tesoro! Así será más divertido", dijo. Y dibujó un mapa en una hoja de trébol.

"- ¡Sí!", gritaron todos, entusiasmadísimos.

Al final, escondieron las zanahorias y los amigos se reunieron para comenzar la búsqueda. El equipo de Lulú y Ramón miró su mapa con atención.

"- ¡Aquí dice que las zanahorias están cerca del puente! Vamos!", dijo Lulú.

El tiempo pasaba mientras el equipo de Lulú se dedicaba a buscar, pero no encontraban nada. Después de un rato se empezaron a sentir frustrados.

"- ¿Y si el mapa no es confiable?", preguntó Ramón.

"- No, no puede ser. Lo hizo Lechuguina. Tiene que estar bien", respondió Lulú. Pero en ese momento Lechuguina y Burbujas no habían encontrado nada de nada.

"- Quizás somos muy distraídos. Vamos a revisar el mapa otra vez", sugirió Burbujas.

Así lo hicieron, revisaron cada señal y algo hicieron mal. Lechuguina se sintió un poco culpable.

"- Lo siento, chicos. Quizás el mapa no esté bien hecho".

Sin embargo, no se dieron por vencidos. Era un gran juego y el sol seguía brillante. Volvieron a organizar sus ideas e hicieron nuevas estrategias para encontrar las zanahorias.

Al final, luego de un buen rato de búsqueda y muchas risas, Lulú exclamó emocionada: "- ¡Ahí están! En el arbusto de las flores coloridas!"

Todos corrieron hacia el arbusto y comenzaron a sacar las zanahorias que Lechuguina había escondido. El equipo de Ramón estaba entusiasmado y muy feliz.

"- ¡Lo logramos!", gritó Ramón.

"- ¡Sí! Y gracias a todos por no rendirse", agregó Lulú.

Lechuguina, observando a sus amigos que se reían y compartían las zanahorias, se dio cuenta de que lo importante no era solo ganar, sino disfrutar el tiempo con los amigos.

"- La próxima vez que juguemos, yo haré un mapa con más cuidado", dijo Lechuguina.

"- Y haremos algo todos juntos, porque así nos divertimos más", propuso Lulú, mientras compartían las zanahorias.

Esa tarde, los amigos se llenaron de sabor, emoción y aprendizajes. Aprendieron que lo mejor de jugar es disfrutar la compañía y la aventura, sin importar si ganan o pierden.

Desde aquel día, la coneja Lechuguina y sus amigos pasaron muchas más aventuras, siempre recordando que la amistad es el verdadero tesoro.

FIN.

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