La Aventura de la Escuela Rural Número 11



Era un día soleado en la Escuela Rural Número 11, donde los niños Bruno, Lucas, Luzmila, Tobias, Kiara, Benjamin, Tadeo, Camila, Zaihra, Luciana y Cristofer se preparaban para el día de actividades al aire libre. La maestra les había prometido una sorpresa si cumplían todas las tareas de la semana.

- ¡No puedo esperar para saber qué será! - exclamó Lucas, emocionado.

- Tal vez un picnic - sugirió Luzmila, mientras recogía sus cosas.

- Yo apuesto a que es una excursión al río - dijo Tobias, con una sonrisa traviesa.

Los niños se pusieron en marcha hacia el patio, donde la maestra, la señora Mónica, los esperaba con una gran bolsa de sorpresas.

- ¡Buenos días, chicos! - saludó la maestra Mónica. - Hoy celebraremos el esfuerzo que han puesto en sus tareas, pero antes quiero que se junten en grupos.

Todos se miraron, tratando de formar equipos, cuando Tadeo tuvo una idea brillante.

- ¡Hagamos un juego de equipo! El grupo que logre resolver el acertijo primero, elegirá la sorpresa.

- ¡Me gusta! - dijo Kiara, mientras se acomodaba junto a Benjamín y Camila.

- Nosotros seremos el equipo de los genios - dijo Cristofer, apuntando a él, Zaihra y Luzmila.

La maestra Mónica les dio un acertijo que decía: “Soy algo que vuela sin alas, corro sin piernas, y aunque no tengo boca, puedo hacer ruido. ¿Qué soy? ”.

Bruno, que era un apasionado de la naturaleza, se iluminó.

- ¡Es un viento! - gritó.

- ¡No, espera! - decía Luciana, ansiosa. - ¡Es el viento pero también podría ser un pájaro! -

Finalmente, el grupo de Cristofer llegó a la respuesta correcta.

- ¡Es el viento! - gritaron emocionados.

- Muy bien, ¡festejen! - dijo la maestra Mónica, riendo. - Ahora, eligen la sorpresa.

- ¡Queremos un picnic en el hermoso prado del bosque! - dijeron Zaihra y Luzmila al unísono.

- ¡Perfecto! - dijo la maestra. - Pero antes debemos organizar todo para que sea un gran día.

Mientras todos ayudaban a preparar el picnic, Benjamin sugirió hacer una cadena humana para llevar las cosas hasta el prado.

- Sí, así será más divertido - agregó Tadeo.

Cuando finalmente llegaron al bosque, se instalaron bajo la sombra de un gran árbol. Estaban a punto de comenzar a disfrutar de su merienda cuando, de repente, un grupo de mariposas coloridas comenzó a revolotear alrededor de ellos.

- ¡Miren! - exclamó Camila. - ¡Es un espectáculo!

Las mariposas parecían bailar entre las ramas, y todos los niños se quedaron fascinados observándolas.

- Esto es increíble - dijo Kiara. - A veces olvidamos apreciar las pequeñas cosas a nuestro alrededor.

Fue entonces cuando Luzmila tuvo otra idea.

- ¿Por qué no hacemos un mural con todas las cosas que amamos de nuestra escuela y la naturaleza?

La idea fue aplaudida por todos, y comenzaron a reunirse hojas, ramas, piedras y flores.

- ¡Esto será algo hermoso! - decía Luciana, mientras pintaba un sol amarillo.

Mientras trabajaban, cada uno comenzó a hablar acerca de lo que más apreciaban de su escuela y su comunidad.

- Yo amo cómo somos todos amigos - decía Bruno, dibujando una gran sonrisa.

- A mí me encanta poder aprender al aire libre - decía Lucas, mientras elaboraba un dibujo de un árbol.

El mural quedó tan lindo que decidieron colgarlo en la entrada de la escuela para que todos lo pudieran ver.

- ¡Esto es un hermoso recuerdo! - afirmó Cristofer.

Al final del día, la maestra Mónica sonrió, sintiendo orgullo por el esfuerzo y la creatividad de sus alumnos. Cada niño había contribuido con su propio talento y eso los unió aún más.

- Recuerden, chicos, que el amor por aprender y la amistad son los cimientos de cualquier aventura. - dijo la maestra Mónica, mientras todos aplaudían.

Así, los niños de la Escuela Rural Número 11 no solo disfrutaron de un día hermoso, sino que también aprendieron valiosas lecciones sobre la amistad, la colaboración y la importancia de cuidar la naturaleza. Todos volvieron a casa con el corazón lleno de alegría, esperando su próxima aventura juntos.

FIN.

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