La Aventura de la Felicidad en la Casa de Horacio y Pelusa
Era una soleada mañana en el pequeño pueblo donde vivían Horacio y Pelusa. Estos abuelos, llenos de amor y sabiduría, tenían una hermosa nieta llamada Valentina. Valentina era curiosa y vivaz, siempre dispuesta a aprender y a jugar con su fiel acompañante, Lupe la perra y Mimosa la gata, que se llevaban muy bien a pesar de ser distintas.
Un día, mientras Valentina jugaba en el jardín, de pronto escuchó un misterioso ruido que venía del fondo del patio. Intrigada, se acercó a su abuela Pelusa, que estaba regando las plantas, y le dijo:
"¿Abuela, qué será ese ruido? Suena como un tesoro perdido..."
Pelusa sonrió y le respondió:
"No lo sé, querida. Pero puede que sea algo interesante. ¿Por qué no vamos a investigar juntos?"
Con esa propuesta, se unieron Lupe y Mimosa, y juntos fueron hacia el origen del sonido. Al llegar a un antiguo árbol, Valentina descubrió un pequeño baúl cubierto de hojas y barro.
"¡Miren! Este baúl debe tener un secreto guardado. ¡Abrámoslo!" exclamó Valentina llena de emoción.
Con mucha curiosidad, intentaron abrir el baúl. Después de varios intentos, Lupe, con su hocico fuerte, logró abrirlo de golpe. Dentro había juguetes viejos, cartas y un diario muy desgastado.
"¡Qué divertido! Estos juguetes son de cuando mi papá era niño. ¡Podemos jugar con ellos!" dijo Valentina.
Pero en el diario, había una historia sobre un mapa del tesoro escondido en el pueblo. La historia decía que el verdadero tesoro no era oro ni joyas, sino la amistad y la felicidad. Valentina, al leerlo, tuvo una idea brillante:
"¡Vamos a buscar ese tesoro! Pero no buscaremos oro, sino momentos felices. ¿Qué les parece?"
A todos les encantó la idea y decidieron que, cada día, buscarían un nuevo —"tesoro" que consistía en algo que los hiciera felices. Así, comenzaron sus aventuras. Al día siguiente, hicieron un picnic en el jardín.
"¡Este es el mejor día!" dijo Mimosa mientras se acomodaba al sol.
"Sí, aquí todos estamos juntos y felices", agregó Lupe moviendo la cola.
Pasaron los días y cada uno encontraba pequeños placeres: un paseo bajo el otoño, contar historias en la noche, hacer manualidades. Sin darse cuenta, habían creado una rutina de alegría y amor.
Sin embargo, un día, la gata Mimosa comenzó a ver con tristeza su reflejo en el espejo.
"Creo que soy diferente y eso no me gusta..." dijo con voz baja, jugueteando con su cola.
"¿Diferente en qué sentido?" preguntó Valentina.
"No tengo la energía que tiene Lupe y eso me hace sentir mal".
"Pero sos única, Mimosa. Cada uno de nosotros es especial a su manera. ¡Lo que importa es que nos queremos y compartimos momentos juntos!" explicó Pelusa.
"Sí, Mimosa, y tu suavidad y dulzura son tesoros para nosotros" sumó Horacio.
Con estas palabras, Mimosa se sintió mejor y entendió que lo que importaba era la amistad y el cariño, no las comparaciones. Desde ese día, siempre recordaban que "los verdaderos tesoros son aquellos momentos de felicidad".
Así, Horacio, Pelusa, Valentina, Lupe y Mimosa continuaron viviendo felices, buscando su —"tesoro" todos los días: la risa, el cariño y la alegría en cada pequeño gesto. Después de todo, no era un simple juego, era una hermosa aventura en la búsqueda de la felicidad...
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.