La Aventura de la Fiesta Criolla
Era un hermoso día de noviembre en el pequeño pueblo de San Martín. La noticia se había regado como pólvora: ¡se celebraba el Día de la Tradición! Los niños y adultos del pueblo estaban emocionados por las actividades que tendrían lugar en la plaza central. Axela, una niña de diez años, no podía esperar para disfrutar de las danzas, la música y, por supuesto, los deliciosos asados que su abuelo prepararía.
- ¡Abuelo, abuelo! - exclamó Axela, corriendo hacia la cocina donde su abuelo José estaba afilando el cuchillo para el asado. - ¿Ya está todo listo para la fiesta?
- Casi, mi niña. Solo falta que lleguen las uniones y se ponga la parrilla - respondió el abuelo, sonriendo. - ¿Recuerdas lo que hemos hablado sobre nuestras tradiciones?
- ¡Claro que sí! - dijo Axela con una sonrisa radiante. - Cada una tiene su importancia.
El abuelo y Axela comenzaron a recordar algunas de las tradiciones argentinas. Hablaban del folclore, la música de la guitarra, el baile del folklore, el mate y la importancia del gaucho en la vida rural.
- ¿Te animás a contarle a tus amigos sobre el gaucho? - preguntó el abuelo, con un guiño.
- ¡Sí! Les voy a contar que los gauchos eran los grandes héroes de las pampas, que cuidaban las ganado y defendían la tierra - aseveró Axela con firmeza.
Cuando llegó la hora de la fiesta, Axela y su abuelo llegaron a la plaza. Era un lugar mágico: había coloridos stands con comidas típicas, banderas argentinas ondeando al viento y, sobre todo, sonaban guitarras y bombos.
- ¡Mirá, abuelo! - gritó Axela, apuntando a un grupo de chicos que bailaban zamba. - ¡Voy a unirme a ellos!
Axela se unió a los bailarines, mientras su abuelo se acercó a un grupo de amigos para charlar sobre la tradición del asado. En el centro de la fiesta, un hombre alto y bien vestido, que parecía un gaucho auténtico, comenzó a hablar:
- ¡Hola, amiguitos! Hoy recordamos nuestras tradiciones en este hermoso Día de la Tradición. Cada bocado de comida, cada paso que damos, lleva consigo la historia de nuestro pueblo.
Axela se sintió muy inspirada y, al ver la energía del gaucho, tuvo una idea.
- ¡Voy a contarles un cuento sobre un gaucho valiente! - decidió y se acercó a un grupo de amigos.
- ¡Sí! - respondieron todos los niños. - Queremos escuchar tu cuento.
Axela, con su corazón latiendo de emoción, comenzó:
- Había una vez un gaucho llamado Martín, que vivía en las pampas argentinas. Era un buen hombre que valoraba la amistad y la familia. Un día, Martín vio que una tormenta se acercaba y decidió ayudar a su vecino a proteger su ganado.
- - ¡Vamos, vecino! - gritó Martín. - ¡Juntos podremos salvar a los animales!
Los niños se emocionaron.
- ¡Como nosotros en el pueblo, ayudándonos unos a otros! - comentó uno de sus amigos.
- Exactamente - siguió Axela. - Martín y su vecino trabajaron arduamente. Al finalizar, no solo salvaron los animales, sino que también fortalecieron su amistad.
El cuento de Axela resonó en el aire mientras la luz del sol empezaba a ocultarse y la luna se asomaba. En ese momento, un grupo de bailarines formó un círculo y comenzó a invitar a todos a unirse.
- ¡Vamos a bailar todos juntos, como lo hacía el gaucho Martín! - animó Axela.
Finalmente, todos los chicos se unieron y comenzaron a bailar, riendo y disfrutando. La plaza se llenó de alegría y de música.
- Asado y baile, eso es la tradición - dijo el abuelo José con orgullo, mirando cómo su nieta brillaba en medio de la multitud.
Al finalizar el día, Axela se sintió feliz no solo por la comida y la diversión, sino porque había aprendido lo importante que son las tradiciones. Los valores de amistad, respeto y unidad eran lo que realmente unía a todos en el pueblo.
- ¡Gracias, abuelo, por enseñarme todo esto! - dijo Axela mientras se despedían de la fiesta.
- Gracias a vos, Axela. Eres el futuro de nuestras tradiciones - respondió José, dándole un abrazo.
FIN.