La Aventura de la Hormiga Lina
En el profundo rincón del jardín del viejo señor Hugo, vivía una hormiga llamada Lina. Era una hormiga curiosa y valiente, siempre aventurándose más allá de su hormiguero y explorando los misterios del mundo. Desde su pequeña perspectiva, se había dado cuenta de que había algo extraño en esos gigantes que llamaban humanos, a quienes a menudo observaba de cerca.
Lina se reunía con sus amigas hormigas a menudo, y les contaba lo que había visto.
"Ayer vi al señor Hugo plantando flores. ¡Pero esos dedos, esos monstruosos dedos! Parecían garras de un ser de otro mundo", dijo Lina con ojos desorbitados.
- “¡Ay, Lina! No hables así. ¿Y si nos escuchan? ¡Nos convertirán en sus criaturas! ”, exclamó su amiga Rita, muy asustada.
"Pero, ¿no te das cuenta, Rita? ¡Ellos son seres lovecraftianos! Son enormes, tienen pensamientos complicados… no entiendo cómo pueden moverse a esa velocidad. Para nosotros, parecen gigantes malignos", continuó Lina, sintiendo crecer sus miedos mientras intentaba convencer a sus amigas.
Las hormigas, aterrorizadas, empezaron a sentar guardia.
Un día, mientras recolectaban alimento, se encontraron con un grupo de niños que jugaban en el jardín.
"¡Mirá, ahí está el monstruo!", gritó uno mientras apuntaba a Lina.
"No, no! Ella es solo una hormiga; ¡no le digas así!" dijo otro niño, preocupado.
Lina sintió un escalofrío. Pensaba que si esos niños eran como los hombres mayores, podrían atraparla y convertirla en algo horrible.
Sin embargo, no pasó nada malo. Con el tiempo, Lina empezó a observar que los humanos no siempre eran tan aterradores. Un día, vio al señor Hugo alimentar a un pájaro en su jardín.
"¡Mira!", dijo Lina a sus amigas.
"¿Qué hace?", preguntó Rita.
"Está ayudando a otro ser vivo. Tal vez no son tan malos después de todo", reflexionó.
Lina, inquieta, decidió acercarse un poco más ese día.
Por la noche, mientras descansaban, comenzaron a murmurar las hormigas. Lina no podía dormir, pensó en todo lo que había aprendido.
"Amigas, creo que estamos equivocados. Los humanos pueden parecer extraños y aterradores, pero también pueden ser amables. Están llenos de sorpresas", propuso Lina.
Las otras hormigas la miraron sorprendidas.
"Quizás el miedo nos ha cegado", dijo Kika.
Se reunieron al día siguiente para una misión audaz: acercarse a los humanos y comprobar sus intenciones. Cuando llegaron, los niños estaban jugando nuevamente. Lina, valiente, se acercó a ellos y un niño grande la miró con curiosidad.
"¿De dónde venís, hormiguita?", preguntó el niño.
Lina, sorprendida pero valiente, se giró hacia el niño y le dijo:
"De aquí, del hormiguero. ¡No somos monstruos, solo trabajamos para mantener nuestro hogar!"
El niño se agachó y sonrió.
"¡Qué genial! Quiero ser tu amigo", dijo él.
Las hormigas, asombradas, escucharon la risa de los niños y antes de que se dieran cuenta, comenzaron a aforar su miedo y se acercaron.
"¿Ves? No somos criaturas aterradoras. Todos vivimos juntos en este hermoso jardín".
Las hormigas comenzaron a darte cuenta de que, aunque los humanos eran diferentes, también tenían bondades y un gran corazón.
Desde entonces, Lina y sus amigas aprendieron a convivir con sus vecinos humanos, encontrando maneras de comunicarse con ellos.
A veces, los niños les dejaban miguitas de pan y, en otros momentos, las hormigas ayudaban a mantener el jardín limpio, para que sus amigos pudieran jugar sin problemas.
Lina se volvió una heroína entre las hormigas, no solo por su valentía, sino también porque les enseñó que los verdaderos monstruos a veces son solo miedos sin fundamento.
Las hormigas aprendieron a apreciar la diversidad del mundo que les rodeaba y dar siempre una segunda oportunidad, porque la vida estaba llena de maravillas si solo se miraba con un poco de valentía.
FIN.