La Aventura de la Hormiguita Pérez
Había una vez en un frondoso bosque, una hormiguita llamada Pérez que era conocida por ser muy perezosa. A pesar de que todas sus amigas trabajaban arduamente construyendo y reparando su hormiguero, Pérez prefería pasar el día durmiendo bajo una hoja, soñando con aventuras.
Un día, mientras dormía plácidamente, se desató una feroz tormenta. Las gotas de lluvia caían como piedras y pronto, el hormiguero de Pérez se llenó de agua.
"¡Auxilio!" gritó Pérez, moviéndose desesperadamente de un lado a otro mientras el agua la arrastraba. Pero no había manera de detener la corriente. En su desespero, la corriente la llevó hacia una cueva oscura.
Dentro de la cueva, un escarabajo de grandes ojos sonrosados la miró con curiosidad.
"Hola, pequeña. ¿Qué te trae por aquí?" preguntó el escarabajo con voz amistosa.
"Me llamo Pérez y… ¡mi hormiguero se inundó!" contestó, tratando de no llorar.
"No te preocupes, te llevaré a un lugar seguro", dijo el escarabajo, que se llamaba Don Alberto. Con su sombrero de papel y una sonrisa amplia, invitó a Pérez a subirse a su aeronave improvisada, hecha de hojas y ramitas.
"¿A dónde iremos?" preguntó Pérez, aún asustada, mientras Don Alberto encendía su máquina que chisporroteaba.
"¡A volar!" exclamó el escarabajo y, en un instante, la aeronave levantó vuelo, surcando los cielos del bosque.
A medida que ascendían, Pérez sintió el viento en su carita y una emoción que nunca había experimentado. Miró hacia abajo y vio a los castores trabajando felices, apilando ramas y construyendo represas.
"Mirá cómo trabajan esos castores, parecen felices con lo que hacen" dijo Pérez, impresionada.
"Sí, el trabajo en equipo les ha dado resultados maravillosos. Ellos saben que un esfuerzo común puede crear algo asombroso" respondió Don Alberto.
Pérez pensó en su hormiguero y en sus amigas, que tanto se esforzaban.
De repente, el escarabajo cambió de dirección y se dirigieron hacia un campo de flores donde las abejas zumbaban alegremente recolectando néctar.
"Las abejas también trabajan duro para hacer la miel, y todas en equipo. Cada una tiene su tarea" explicó el escarabajo.
"¡Guau, qué interesante! Nunca me había dado cuenta de cuánto se puede lograr trabajando juntos" dijo Pérez, llena de admiración.
Al final del día, Don Alberto llevó a Pérez de regreso a su hormiguero, que ahora estaba secándose al sol.
"Recuerda, pequeña amiga, el esfuerzo y la colaboración son la clave para lograr grandes cosas. No te quedes solo soñando, ¡actúa!" le recordó el escarabajo mientras se despedía.
Pérez se despidió con una sonrisa y, al llegar a su hogar, decidió que era tiempo de dejar atrás su pereza. Juntas, las hormigas comenzaron a limpiar el hormiguero y a reconstruirlo, aprendiendo a trabajar en equipo.
Con el paso de los días, Pérez se convirtió en una hormiga trabajadora y entusiasta, siempre lista para ayudar a sus amigas y compartir las enseñanzas que había aprendido. Desde ese día, nunca olvidó las valiosas lecciones que aprendió de los castores y las abejas, y cada vez que se sentía perezosa, recordaba las palabras de Don Alberto: "¡Actúa, no solo sueñes!".
FIN.