La Aventura de La Llorona en el Parque Charrúa
Era un caluroso día de diciembre y los niños de la Escuela 332 se preparaban para su paseo de fin de año al Parque Charrúa. La maestra Silvia, siempre tan entusiasta, les había prometido un día lleno de sorpresas y juegos.
"¡Hola, chicos! ¿Listos para la aventura?" - preguntó la maestra Silvia con una sonrisa.
Los niños gritaron al unísono:
"¡Sí! ¡Sí! ¡Estamos listos!"
Una vez en el parque, el grupo comenzó a explorar. Entre risas y juegos, los niños se acercaron a un pequeño lago que brillaba bajo el sol. Allí, escucharon un susurro que parecía venir del agua.
"¿Escuchan eso?" - preguntó Mateo, uno de los más curiosos.
"¡Sí! Suena raro... ¿Qué será?" - respondió Sofía, un poco asustada.
La maestra Silvia, al notar su preocupación, se acercó y les dijo:
"No se preocupen, chicos. A veces, los ruidos de la naturaleza nos cuentan historias. Vamos a acercarnos con cuidado."
Al llegar al borde del lago, todos quedaron maravillados. De pronto, una figura blanca emergió del agua. Era una mujer con un vestido largo y una mirada triste. Los niños se asustaron un poco, pero la maestra Silvia se volvió hacia ellos y dijo:
"Chicos, no hay razón para tener miedo. Esta es La Llorona, pero no siempre es la historia que todos conocen. Vamos a escucharla."
La Llorona, al ver que los niños se acercaban, les habló con voz suave:
"Hola, pequeños. No vengo a asustarlos. Solo quiero contarles mi historia. Yo solía ser muy feliz, pero me perdí buscando lo que más amaba. Y desde entonces, he estado aquí, en el agua, esperando que alguien me escuche."
Los niños, intrigados, se sentaron alrededor de ella. La maestra Silvia les animó a preguntar:
"¿Por qué estás triste, Llorona?" - preguntó Mateo, valiente como siempre.
La Llorona respondió:
"Busco amor y compasión. Aprendí que las cosas más valiosas están a nuestro alrededor, pero a veces nos preocupamos tanto por lo que no tenemos, que olvidamos lo que sí."
Sofía, moviendo la cabeza, dijo:
"¡Eso es verdad! A veces me obsesiono con lo que quiero y no me doy cuenta de los amigos que tengo."
La maestra Silvia, viendo que los niños estaban entendiendo, intervino:
"Exactamente, Sofía. Esta es una gran lección para todos. Lo que realmente importa es lo que construimos con las personas que amamos y nuestros momentos juntos."
La Llorona sonrió, y sus ojos se iluminaron.
"Así es, mis queridos niños. No se dejen llevar por el deseo de tener más. La felicidad se encuentra en el amor, la amistad y en cada instante compartido."
Los niños reflexionaron sobre sus propias vidas. Cada uno empezó a contar algo bueno sobre su grupo.
"Amo jugar al fútbol con ustedes en el recreo" - dijo Mateo.
"Me encanta que siempre hagamos equipo para los trabajos" - añadió Sofía.
"¡Y que siempre hay risas en nuestra clase!" - concluyó Joaquín.
La Llorona, al escuchar sus palabras, se sintió más ligera.
"Gracias, niños, por recordar lo que es realmente importante. Ahora sé que no necesito quedarme aquí entristecida. Los llevaré en mi corazón."
Con una última sonrisa, La Llorona se deslizó de vuelta al agua, pero antes de desaparecer, les dejó un pequeño regalo: un hermoso collar de conchas que brillaba como el sol.
"Para que recuerden siempre que lo verdaderamente valioso se encuentra en las conexiones que hacen. ¡Nunca lo olviden!"
Los niños salieron del parque ese día con el collar, llevando consigo una lección invaluable. Recordaron que el amor y la amistad son las fuerzas más poderosas del mundo.
Al final del paseo, la maestra Silvia dijo:
"¡Gran trabajo, chicos! Este ha sido un paseo que jamás olvidaremos, gracias a La Llorona. No solo exploramos el parque, sino que también descubrimos algo muy especial sobre nosotros mismos."
Y así, mientras caminaban de regreso a la escuela, los niños de la Escuela 332 sabían que el próximo año traería nuevas aventuras, pero siempre recordarían la historia de la mujer del lago y la lección que les había dejado sobre la verdadera alegría que se encuentra en el corazón de cada uno.
FIN.