La aventura de la luciérnaga perdida


Era una tarde de verano en el campo. El sol brillaba alto en el cielo y el aire estaba lleno del dulce perfume de las flores.

En un rincón del jardín de la abuela Rosa, vivía una pequeña luciérnaga llamada Lucía. Lucía era una luciérnaga muy curiosa, siempre quería explorar nuevos lugares en el jardín, pero su mamá siempre le decía que tuviera cuidado y no se alejara demasiado.

Un día, Lucía decidió aventurarse más allá de los límites del jardín. - Mamá, me aburro de estar siempre en el mismo lugar, quiero conocer todo el campo – dijo Lucía. - No, Lucía, es peligroso, podrías perderte – respondió su mamá preocupada.

Pero Lucía, con su espíritu aventurero, no escuchó y se adentró en el campo. Mientras exploraba, Lucía se maravillaba con la belleza de las plantas y la frescura del aire. Pero pronto se dio cuenta de que no reconocía el camino de vuelta a casa.

Asustada, Lucía comenzó a emitir destellos con su brillo, esperando que alguien la encontrara. Por suerte, un grupo de niños que paseaba por el campo vio los destellos de Lucía y se acercaron a rescatarla.

Cuando la llevaron de vuelta al jardín de la abuela Rosa, Lucía se dio cuenta del peligro al que se había expuesto. - Lo siento mamá, debí haberte escuchado, estar lejos de casa fue muy aterrador – dijo Lucía arrepentida. - Lo importante es que estás a salvo.

Aventurarse está bien, pero siempre es mejor hacerlo con cuidado – le respondió su mamá cariñosamente. Desde ese día, Lucía aprendió a valorar la aventura, pero también a ser más prudente en sus exploraciones.

Y cada vez que veía a los niños pasear por el campo, les mostraba su agradecimiento con destellos de su brillo. Finalmente, Lucía entendió que la verdadera aventura es vivir cada momento con sabiduría y responsabilidad.

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