La aventura de la mascota escolar



En la escuela Nuestra Señora de las Alegrías, todos estaban emocionados porque se acercaba la ceremonia de premiación de fin de año. La mascota de la clase, un simpático conejito llamado Saltarín, estaba especialmente ansioso porque le encantaba animar a sus amigos durante las competencias. La ceremonia se llevaría a cabo en la pintoresca cafetería de la escuela, decorada con globos y banderines de colores.

La directora, la señorita Rosa, subió al estrado para dar comienzo a la ceremonia. Saltarín estaba saltando de emoción, esperando ansioso el momento de entrar en escena. Pero de repente, la señorita Rosa se detuvo y miró sorprendida un sobre que tenía en sus manos.

-¡Atención a todos! -gritó la señorita Rosa, captando la atención de todos-. Acabo de recibir una noticia impactante. Resulta que alguien ha estado haciendo travesuras en la escuela y no sabemos quién es.

La sorpresa se apoderó de todos los presentes, incluido Saltarín, que no podía creer lo que estaba escuchando. La señorita Rosa explicó que habían encontrado huellas de patitas cerca de las áreas donde se habían producido las travesuras, y todos miraron a Saltarín con sospecha.

-¿Podría ser posible que haya sido él? -se preguntaban los niños entre ellos, señalando al pobre conejito que estaba a punto de llorar.

Pero Saltarín sabía que era inocente y decidió descubrir la verdad. Se propuso investigar por su cuenta y limpiar su nombre. Con valentía, comenzó a recopilar pistas y a hablar con otros animales de la escuela. Logró descubrir que en realidad detrás de las travesuras estaban los ratoncitos de la despensa, quienes se sentían celosos de la popularidad de Saltarín.

Saltarín les habló con comprensión y les recordó que cada uno en la escuela era importante a su manera. Conmovidos por sus palabras, los ratoncitos pidieron disculpas y prometieron portarse bien. Saltarín llevó a la señorita Rosa al escondite de los ratoncitos, quienes también se disculparon con ella. La directora, conmovida por la valentía y la nobleza de Saltarín, decidió premiarlo con un reconocimiento especial en la ceremonia.

Todos aplaudieron y vitorearon a Saltarín, quien se sentía orgulloso de haber resuelto el misterio y de haber demostrado su inocencia. Desde ese día, todos aprendieron la importancia de no juzgar sin pruebas y de resolver los conflictos con diálogo y comprensión, y la escuela se convirtió en un lugar aún más amigable y unido. Saltarín aprendió que, aunque a veces la verdad puede estar oculta, siempre sale a la luz si uno está dispuesto a buscarla.

FIN.

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