La Aventura de la Navidad Mágica



Era una noche mágica en el pequeño pueblo de Villa Esperanza. Los copos de nieve caían suavemente, tapizando el suelo de un manto blanco. En una acogedora casa del barrio, dos niños, Valentina y Lucas, estaban llenos de emoción. La Navidad estaba a la vuelta de la esquina, y ambos no podían esperar para recibir a Santa.

"¿Cuántas galletas crees que deberíamos hacer para Santa?" - preguntó Valentina, con los ojos brillantes.

"¡Mil!" - respondió Lucas con una sonrisa. "Recordá que tiene que compartirlas con sus renos también."

Los dos se pusieron manos a la obra. Con harina, azúcar y un toque de canela, empezaron a mezclar los ingredientes. La cocina se llenó de un aroma dulce y encantador. Mientras tanto, el abuelo de Valentina, Don Carlos, se acercó a ellos.

"¿Qué están haciendo, chiquitos?" - preguntó el abuelo mientras se acomodaba en una silla junto a la chimenea.

"Estamos preparando galletas para Santa, abuelo!" - exclamó Valentina.

"Y leche!" - añadió Lucas, agitando un vaso en el aire.

Don Carlos sonrió. "Es una tradición hermosa. Pero, ¿qué les parece si además, le escribimos una carta a Santa?"

"¡Sí!" - gritaron los niños al unísono.

Se sentaron en la mesa y comenzaron a redactar su carta:

"Querido Santa, este año hemos sido muy buenos. Nos gustaría pedirte un regalo especial, pero lo más importante es que todos los niños del mundo tengan también su Navidad. Gracias por todo. Con cariño, Valentina y Lucas."

Cuando terminaron, los niños sintieron un aire de satisfacción. Al correr de las horas, el reloj marcó las 9 y Valentina inicialmente recordó un detalle.

"¡No olvidemos dejar la carta en la chimenea!" - gritó emocionada.

Cuando la carta reposó sobre la repisa, Lucas miró por la ventana y su rostro se transformó en preocupación.

"¿Y si Santa no puede encontrarnos debido a la nieve?" - dijo, frunciendo el ceño.

Valentina trató de calmar a su hermano. "No te preocupes, Lucas. Santa siempre encuentra a los buenos niños. Además, tenemos que confiar en que la magia de la Navidad lo guiará hacia nosotros."

Finalmente, se prepararon para dormir. Abrazados en sus camas, sus pensamientos volaron hacia los regalos y a la felicidad que los rodeaba. Pero antes de quedarse dormidos, escucharon un suave sonido, como un cascabel.

"¿Escuchaste eso?" - susurró Lucas.

"Sí, ¡es Santa!" - respondió Valentina emocionada.

Los niños se levantaron de un salto y corrieron al salón. Al llegar, se encontraron con una sorpresiva escena. Junto a los regalos envueltos con cintas brillantes había una pequeña caja dorada. Sin embargo, lo que más los sorprendió fue que sobre la caja estaba Santa, riendo y guiñándoles un ojo.

"¡Ho, ho, ho!" - exclamó. "Hola, chicos. No se asusten, estoy justo aquí para llevarles un mensaje especial."

Lucas quedó paralizado de alegría. "¡Santa, estás aquí!" - chilló.

"Sí, y me encanta cuando los niños son generosos y piensan en los demás. Me he dado cuenta de que ustedes, en su carta, se preocupan por otros niños."

"Es que todos deberían ser felices en Navidad" - dijo Valentina, sonrojándose un poco.

Santa sonrió de nuevo. "Eso es muy noble de su parte. He traído algunas cosas sí, pero les tengo un regalo especial para ustedes dos. Por su bondad, esta noche, podrán ayudarme."

Los ojos de Lucas y Valentina se iluminaron. "¿Cómo?" - preguntaron al unísono.

"Necesito que me ayuden a repartir algunos regalos a los niños que no pueden tener la Navidad que merecen. ¿Se animan?"

Los niños no podían creerlo. "¡Sí!" - gritaron emocionados.

Santa los equipó con abrigos y gorros, y luego los llevó en su mágico trineo volador. Viajaron por todo el pueblo, dejando regalos en todos los hogares donde había niños. La alegría en los rostros de esos chicos hizo que el corazón de Valentina y Lucas se llenara de felicidad.

Cuando regresaron, Santa los despidió con cara de orgullo. "Eso, queridos, es el verdadero espíritu de la Navidad."

Con su ayuda, no solo habían recibido regalos, sino también un inmenso regalo: el de compartir y hacer felices a otros. Al día siguiente, despertaron con la mañana iluminada por la luz del sol, sintiéndose satisfechos y felices.

"No importa cuántos regalos tengamos, lo más importante es compartirlos y hacer felices a los demás" - reflexionó Valentina.

Y así, Valentina y Lucas recordaron que la verdadera magia de la Navidad está en el amor y la alegría que compartimos. Desde entonces, cada Navidad, dedicaron un tiempo a ayudar a otros, haciendo del mundo un lugar mejor y más feliz.

Y así, el pueblo de Villa Esperanza sigue llenándose de alegría y generosidad cada diciembre, en honor a la inolvidable aventura de Valentina, Lucas y Santa.

FIN.

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