La Aventura de la Niña de Capucha Roja y la Cebrita Mil Rayas



Era un hermoso día soleado cuando una niña de capucha roja, llamada Lila, decidió visitar a su abuela que vivía al otro lado del bosque. Con una cestita llena de delicias y la alegría brillando en sus ojos, Lila se adentró en el bosque, pero no sabía que un lobo malo estaba al acecho.

Mientras caminaba, el lobo, con un rugido aterrador, salió de entre los árboles y le dijo: "¡Hola, pequeña! ¿Adónde vas con esa capuchita tan linda?"

"Voy a visitar a mi abuela", respondió Lila con valentía.

"¿Y qué hay en esa cesta?" preguntó el lobo, mientras se acercaba sigilosamente.

"Delicias para ella, que está un poco solita", dijo Lila, intentando hacerse la valiente.

"¿Y si yo te muestro un camino más corto?" propuso el lobo, sonriendo de manera siniestra.

Sin darse cuenta del peligro, Lila aceptó la oferta. El lobo, astuto y tramposo, la guió por un atajo que la llevó a un laberinto de números. Cuando Lila se dio cuenta, ya era tarde. Estaba atrapada en un enredo de caminos numerados del uno al treinta y seis.

"¿Qué es esto?" gritó Lila.

"¡Un laberinto!", rió el lobo. "No podrás escapar tan fácil."

Pero justo en ese momento, apareció la Cebrita Mil Rayas, una valiente y colorida criatura del bosque.

"¡Hola, Lila! No temas, estoy aquí para ayudarte", dijo la cebrita, saliendo de detrás de un árbol.

Lila se emocionó al ver a su nueva amiga. "¿Cómo harás para sacarme de aquí?"

La Cebrita Mil Rayas se puso a observar el laberinto y, tras un rato, sonrió y dijo: "Es fácil, Lila. Debemos contar los números. Cada camino tiene un propósito. Si seguimos el orden correcto, encontraremos la salida. ¡Contemos juntos!"

Y así comenzaron a contar. "Uno, dos, tres..."

Mientras contaban, se dieron cuenta de que cada número tenía algo especial que ofrecer.

"Mirá, ese es el camino que lleva al cinco. ¡Seguí por ahí!", dijo la cebrita. Y así, Lila y la Cebrita siguieron moviéndose por el laberinto, trabajando juntas.

El lobo, asustado por la valentía de la cebrita, intentó asustarlas de nuevo. "¡Se van a perder! ¡Nunca saldrán de aquí!"

"No, no es así, querido lobo", dijo la Cebrita, "la amistad y el trabajo en equipo nos llevan a la victoria."

Continuaron contando y se encontraron con muchos caminos. Al llegar al número veinte, Lila dijo: "¡Mira, ahí está el camino que lleva directamente a la salida!"

El lobo, al darse cuenta de que no podía hacer nada, se convirtió en un lobo pensante. "Quizás he sido muy malo. Nunca se me había ocurrido ser amable y trabajar en equipo. Por favor, no me dejen atrás. ¿Puedo unirme a ustedes?"

Lila y la cebrita, sorprendidas, se miraron y luego Lila dijo. "Claro, pero primero tendrás que prometer ser un buen amigo y no asustar a nadie."

"¡Lo prometo!", exclamó el lobo.

Y así, los tres se unieron y salieron juntos del laberinto, donde Lila pudo finalmente visitar a su abuela. La abuela, al ver a Lila con el nuevo grupo de amigos, gritó de alegría.

Desde ese día, Lila y la Cebrita Mil Rayas hicieron muchas aventuras y ayudaron al lobo a cambiar su actitud, convirtiéndose en un amigo cariñoso para todos. Lila aprendió que contar y trabajar en equipo son habilidades importantes, y que todos, incluso un lobo malo, pueden cambiar si se les da la oportunidad.

Y todos vivieron felices, incluyendo al lobo, que ahora solo quería ser amigo.

FIN.

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