La Aventura de la Niña del Vestido Azul
Había una vez en un pequeño pueblo una niña llamada Ana, que siempre llevaba puesto un hermoso vestido azul. Ana era muy curiosa y disfrutaba explorar el bosque que estaba cerca de su hogar. El corazón de Ana estaba lleno de sueños, y su vestido azul brillaba bajo el sol, como un reflejo de su alegría.
Una mañana, Ana decidió aventurarse más profundo en el bosque de lo que nunca lo había hecho. "Hoy será un día especial," -se dijo a sí misma mientras se ataba el cabello en dos coletas. Caminó entre árboles altos y flores de colores.
Después de un tiempo, se encontró con un árbol enorme que no había visto antes. "¡Guau! ¡Este árbol es gigante!" -exclamó Ana mientras lo miraba maravillada. Justo cuando comenzó a explorar lo que había a su alrededor, escuchó una voz suave.
"Hola, pequeña aventurera. ¿Qué haces aquí en mi hogar?"
Ana dio un salto y miró hacia arriba. Del árbol emergió un búho sabio llamado Olmo, que tenía plumas doradas en su pecho.
"Hola, Olmo. Soy Ana, y me encanta explorar el bosque. Me he perdido un poco," -respondió Ana.
"No te preocupes, Ana. Este bosque está lleno de secretos y maravillas. Pero ten cuidado, pues a veces puede ser un poco travieso," -dijo el búho.
Ana, emocionada, le preguntó, "¿Qué secretos tiene el bosque?"
"Hay un lago encantado que concede deseos, pero para llegar allí, tienes que resolver tres acertijos que encontraras en tu camino. ¿Te atreves a intentarlo?"
"¡Sí, claro!" -dijo Ana con determinación en su voz.
Así, Olmo le dio algunas pistas y Ana comenzó su búsqueda. El primer acertijo apareció en un claro donde brillaban mariposas mágicas.
"¿Qué es algo que puedes romper, pero nunca toca?" -preguntó la mariposa más grande.
Ana pensó un momento y respondió: "¡Un secreto!"
La mariposa sonrió, y un camino de flores brillantes se abrió ante ella. Ana siguió el camino y llegó al segundo acertijo, resguardado por un gentil ciervo.
"Soy ligero como una pluma, y siempre me llevas contigo. ¿Qué soy?" -inquirió el ciervo.
Ana sonrió al recordar su propia experiencia y dijo: "¡Un sueño!"
El ciervo asintió y le permitió continuar. Ana estaba cada vez más cerca del lago encantado. Finalmente, llegó al último acertijo, preguntado por un viejo sapo en una roca.
"Cuanto más tomas, más dejas atrás. ¿Qué es?"
Ana se puso a pensar y, al final, con una sonrisa en el rostro, dijo: "¡Pasos!"
El sapo aplaudió y una brisa mágica la guió hasta el lago. Ana, con el corazón latiendo de emoción, se asomó al agua cristalina.
"Ahora, piensas en tu deseo, Ana," -dijo Olmo que estaba cerca, observando.
Ana cerró los ojos y pensó en lo que realmente deseaba. "Deseo que todos los niños del mundo sean felices y puedan jugar como yo lo hago todos los días."
El lago brilló intensamente y, de repente, un suave viento sopló. Ana sintió que su deseo se alejaba por todo el bosque. Al abrir sus ojos, vio a los animales danzando y el lugar lleno de alegría.
"Lo has hecho, Ana. ¡Tu deseo se ha hecho realidad!" -exclamó Olmo con orgullo.
Ana sonrió, feliz de haber podido ayudar en su propia manera. "Nunca hay que dejar de soñar y ayudar a los demás. Siempre es posible hacer del mundo un lugar mejor," -dijo con confianza.
Con un corazón contento, Ana regresó a casa, y desde ese día, el vestido azul brilló aún más, simbólico del amor y deseo de ayudar que llevaba en su corazón.
Y así, cada vez que un niño en el pueblo sonreía, Ana sabía que su deseo estaba en acción, haciendo del mundo un lugar más feliz para todos.
FIN.