La Aventura de la Ofrenda en Zaragoza



Era una hermosa mañana de octubre en Zaragoza. El sol brillaba y la ciudad se preparaba para una de sus festividades más esperadas: la Ofrenda de la Virgen del Pilar. La familia García, compuesta por los padres y sus tres hijos -Juan, de 10 años, Marcos, de 8 y Lucía, de 6- estaba emocionada por participar en esta tradición.

"¿Estamos listos para la Ofrenda?"- preguntó Juan mientras amarraba sus zapatillas.

"¡Sí! ¡Tengo las flores listas!"- gritó Lucía, mostrando un ramo de girasoles que había elegido con su mamá.

"A mí me toca llevar las flores, pero no puedo dejar de pensar en la chocolatada que vamos a tomar después"- agregó Marcos, lamiéndose los labios.

Los García se pusieron en marcha. La plaza del Pilar vibraba con música y risas. Los niños estaban fascinados con la cantidad de personas que habían venido a celebrar. Sin embargo, en medio de la festividad, un giro inesperado ocurrió.

"¡Ay no!"- exclamó Lucía mientras miraba con preocupación.

"¿Qué pasa?"- preguntó Juan.

"¡He perdido mi ramo de girasoles!"- lloriqueó Lucía.

"Tranquila, Lú, ¡lo encontramos!"- dijo Marcos, tratando de consolarla. Pero Lucía estaba muy angustiada y los padres decidieron ayudarla a buscar su ramo desaparecido.

"Vamos a dividirnos, así lo encontramos más rápido. Juan, vos buscás cerca del escenario; Marcos y yo iremos hacia el mercado. Lucía, ¿por qué no te quedas aquí con los gritos de alegría y la música, y nos avisas si lo ves?"- propuso su mamá.

La pequeña asintió mientras todos se dispersaban. Después de unos minutos buscando sin éxito, Juan se acercó a un grupo de niños que estaban pintando banderas.

"¿Ustedes vieron un ramo de girasoles?"- preguntó Juan mientras observaba dibujar a sus nuevos amigos.

"No, pero podrías preguntar a los que están en el desfile"- respondió un niño. Juan se emocionó y corrió, uniendo fuerzas con un grupo de voluntarios que organizaban la Ofrenda.

Mientras tanto, Marcos y su mamá recorrieron el mercado lleno de colores y olores. Las empanadas y los dulces hacían que la barriga de Marcos gruñera, pero en su mente estaba encontrar el ramo.

"Mamá, creo que deberíamos preguntar a los puesteros si han visto el ramo"- sugirió Marcos, decidido.

"Buena idea, Marcos. Empecemos con el de flores"- respondió su mamá.

Belén, la florista, sonrió al escuchar su solicitud.

"No he visto girasoles, pero quizás otra flor también podría hacer feliz a Lucía"- dijo, mirando al niño sonriente.

"Pero Lú quería esos girasoles. Esas flores son especiales para ella"- explicó Marcos.

Mientras tanto, Lucía empezó a pensar en qué hacer si no encontraba su ramo. Justo en ese momento, notó algo brillante cerca de una de las carpas del desfile.

"¡Juan! ¡Mamá! ¡Marcos!"- gritó con todas sus fuerzas. Fue corriendo hacia el brillo, y al acercarse, se dio cuenta que no era nada menos que su ramo.

"¡Lo encontré!"- exclamó mientras lo levantaba en alto. Todos se reunieron rápidamente.

"¿Dónde lo encontraste, Lucía?"- preguntó Juan, asombrado.

"Estaba detrás de la carpa de los músicos, ¡qué suerte que lo vi!"- respondió feliz.

La familia se abrazó, aliviada y emocionada por haber encontrado el ramo.

"Ahora sí, vamos a la Ofrenda!"- dijo su papá. La familia García se unió a la multitud que se movía hacia la Basílica del Pilar. Los niños se rieron y jugaron mientras lanzaban las flores al aire. Lucía sostuvo su ramo de girasoles mientras la familia avanzaba, todos felices de poder participar en la tradición.

Finalmente, llegó el momento de hacer la Ofrenda. Lucía se acercó al altar y, con una sonrisa de oreja a oreja, colocó su ramo de girasoles con cariño.

"¡Esto es lo mejor de todo!"- dijo ella emocionada.

Marcos y Juan se unieron a ella, formando un círculo mientras todos a su alrededor celebraban y aplaudían.

Y así, el día terminó, no solo habiendo superado un pequeño obstáculo, sino también consolidando los lazos familiares y creando un recuerdo inolvidable.

"Hoy fue una gran aventura, ¿no?"- preguntó Juan mientras se alejaban de la plaza.

"Sí, pero siempre hay algo que rescatar, incluso si se pierde. ¡Como el amor y la alegría que hay entre nosotros!"- respondió su mamá.

Los niños sonrieron, llenos de satisfacción y alegría por el día lleno de emociones que habían compartido, y supieron que siempre podrían contar uno con el otro, sin importar lo que sucediera.

FIN.

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