La Aventura de la Orquesta Rítmica



Era un día soleado en el pueblito de Rimalinda, donde todos los habitantes amaban la música. En una pequeña escuela, un grupo de niños de segundo grado estaban preparados para su primer recital. La maestra, la señora Melodía, les había propuesto que cada uno escribiera una rima y la presentara en el escenario.

Así, se reunieron en el aula, llena de risas y emoción.

"¡Yo quiero empezar!" gritó Timo.

"¡Yo también!" intervino Lila, con una gran sonrisa.

"Esperen, esperen, empecemos juntos, ¿sí?" dijo la señora Melodía con ternura.

Cada uno preparó su verso, pero entre tantas ideas brillantes llegó un momento en que Timo estuvo muy seguro de que su rima era la mejor. Él quería ser el protagonista del recital. Su rima decía:

"En el jardín hay un delfín,

nadando feliz, ¡qué gran festín!"

Lila, entusiasmada, hizo su rima:

"Una mariposa vuela sin cesar,

¡mira qué linda, quiere bailar!"

Sin embargo, el mejor amigo de Timo, Beto, que a veces no se sentía tan seguro, se quedó en silencio. Tenía su rima en mente, pero no se animaba a presentarla.

"¿Por qué no lo haces? Tu rima también es buena," le dijo Lila al notar su preocupación.

"Pero, pero... no es tan divertida como las de ustedes," respondió Beto con timidez.

La señora Melodía se acercó a Beto y le susurró al oído:

"Cada rima es especial, amigo. Una palabra puede brillar de mil maneras. Por favor, anímate a compartirla."

Beto respiró hondo y dijo finalmente:

"Está bien, intentaré.

En la ventana hay un ruiseñor,

canta en la noche, trae su amor."

Los demás lo aplaudieron con entusiasmo. De repente, Timo sintió un cosquilleo de competencia y decidió que también podía hacer algo especial. Se acercó a la señora Melodía.

"Señora, ¿podemos hacer un juego?

Que cada uno agregue algo a la rima del otro para hacerla más larga y divertida."

La señora Melodía sonrió y asintió:

"¡Excelente idea, Timo! ¿Quién empieza?"

Así, empezaron a transformar cada rima. Lila tomó la rima de Timo:

"En el jardín hay un delfín,

nadando feliz, ¡qué gran festín!

Pero la marea dice ‘¡ven aquí! ’

con mucho cuidado, ¡no te caí!"

Todos se reían y disfrutaban en conjunto, hasta que fue el turno de Beto.

"En la ventana hay un ruiseñor,

canta en la noche, trae su amor.

ay, qué rimas más lindas,

como estrellas caídas al viento entre rimas."

Las rimas se extendían, cada vez más largas y chistosas. Cuando terminaron, estaban todos llenos de energía positiva y muchas risas se escucharon en el aula.

"¡Increíble, somos una orquesta de rimas!" exclamó Lila entusiasmada.

"Sí, ¡una orquesta rítmica!" añadió Timo.

El día del recital llegó, y todos presentaron sus versos al público. Con cada rima que sonaba, la sala vibraba de alegría y risas.

Al final, la maestra Melodía subió al escenario con una gran sonrisa:

"Hoy aprendimos que nuestras voces se complementan. Rimas que se entrelazan, así como la música.

Cada uno de ustedes ilumina este escenario. Nunca duden de lo que tienen para ofrecer. La verdadera magia está en compartir."

Todos aplaudieron y se abrazaron, felices por lo que habían creado juntos. La aventura de la rima no solo había sido un ejercicio, sino una manera de unirse y celebrar su amistad.

Desde ese día, Rimalinda sonó un poquito más alegre, llena de rimas y risas, porque los niños habían aprendido que la música y la poesía van de la mano y que, al compartir, hacen mucho más que una simple rima.

Y así, terminaron de ser solo un grupo de amigos, se convirtieron en una verdadera orquesta rítmica, donde cada uno tenía su lugar, su sonido, y sobre todo, su rima.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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