La Aventura de la Pelota Perdida



Era una tarde soleada en el barrio, y Alejo Timoteo, un niño de diez años con una gran sonrisa, estaba ansioso por jugar al fútbol con sus amigos. "¡No puedo esperar más!", pensó mientras corría hacia la cancha. Alejo llevaba su nueva pelota de fútbol, una hermosa esfera negra y blanca que había recibido de su abuela Claudia unos días atrás.

"- Alejo, ¡cuidado con la pelota! No la pierdas!", le gritó su abuela Claudia desde la puerta de su casa, con una sonrisa. A ella le encantaba ver a su nieto jugar, llenaba su corazón de alegría.

"No te preocupes, abuela. Siempre tengo un ojo en ella!", respondió Alejo mientras comenzaba a driblear por el camino.

Al llegar a la cancha, Alejo se unió a sus amigos que ya estaban allí, ansiosos por comenzar el partido. "- ¿Listos para perder?", bromeó uno de ellos, mientras se reían y se preparaban.

El partido comenzó y todos corrieron detrás de la pelota. Alejo estaba muy concentrado, controlando la pelota con gran destreza. Pero, en un momento de descuido, su amigo Joaquín hizo un tiro desmedido y la pelota salió volando, cruzando la vereda y aterrizando justo en el jardín de la abuela Claudia.

"- ¡No! ¡Mi pelota!", exclamó Alejo, mirando con angustia como se alejaba.

"- Vamos, Alejo, es solo una pelota", le dijo Joaquín, mientras los demás se reían. Pero Alejo sabía que esa pelota era especial, era un regalo de su abuela.

"- Chicos, tengo que recuperarla", dijo decidido mientras corría hacia la entrada. Cuando llegó al jardín de su abuela, vio que la pelota estaba atrapada entre unas ramas. "- ¡Oh no!", pensó, sintiendo cómo su corazón se achicaba.

Justo en ese momento, llegó su abuela. "- ¿Buscás esto, querido?", preguntó Claudia con un tono de voz suave y amable. Ella también había notado que la pelota había rodado hacia su jardín. "- Pero, ¿cómo vamos a sacarla?"

"- No te preocupes, Alejo. A veces, las mejores soluciones vienen de encontrar un poco de ayuda. ¿Ves esa escalera? Vamos a usarla", sugirió la abuela.

"- ¡Buena idea!", respondió Alejo, sintiéndose un poco más animado. Juntos, movieron la escalera y se acercaron a la pelota.

Finalmente, después de hacer algunos intentos, Alejo logró desatascar la pelota. "- ¡Lo logré!", gritó feliz, abrazando a su abuela. Pero su felicidad pronto se tornó en preocupación. "- Ahora, ¿cómo vuelvo? Si corremos, podríamos caer."

Claudia sonrió y dijo: "- A veces, un buen camino requiere un paso seguro. Caminemos despacio, juntos."

Así lo hicieron. Cada paso fue una aventura: contaron las flores, saludaron a los pájaros, y le pusieron nombre a algunas piedras del camino. Ya en la vereda, todos sus amigos estaban esperándolos con expresión de asombro.

"- Miren, ella me ayudó a recuperar la pelota", dijo Alejo, poniendo énfasis en su abuela.

"- ¡Bravo!", gritaron los amigos.

"- ¿Quieren jugar más?", preguntó Alejo, mientras la abuela se retiraba al jardín con una sonrisa.

El partido continuó, pero ahora, Alejo se dio cuenta de que había mucho más en el juego que solo la pelota. Había amistad, ayuda y amor. Un buen día en la cancha también significaba un buen momento con familia.

Al final de la tarde, cuando todos estaban cansados pero felices, volvió a casa y buscó a su abuela. "- Gracias, abuela Claudia, por ayudarme. Hiciste que esta tarde fuera especial."

"- Siempre estaré aquí para ayudarte, querido. La vida es como un juego de fútbol; a veces se pierde una pelota, pero lo que importa es aprender a recuperarla, y disfrutar el momento."

Y así, Alejo aprendió no solo sobre el fútbol, sino también sobre la importancia de la familia y la colaboración. Desde ese día, no solo cuidaba su pelota, sino también recordaba la gran lección que su abuela le había enseñado: en los momentos difíciles, siempre hay una forma de encontrar la solución, siempre hay alguien con quien contar, y siempre hay una aventura por vivir juntos.

FIN.

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