La Aventura de la Plantita Rosa
Había una vez en un jardín colorido, una pequeña plantita rosa llamada Rosita. Ella era muy curiosa y siempre quería ver qué pasaba más allá de su maceta.
- ¿Por qué siempre estamos aquí? - le preguntaba a su amiga, la mariquita María.
- Porque aquí tenemos agua y sol, ¡es un lugar perfecto para crecer! - contestaba María, revoloteando alegremente.
- Pero no sé qué hay más allá del jardín, ¡quiero descubrirlo! - decía Rosita emocionada.
Un día, mientras el sol brillaba a lo alto, Rosita decidió que era hora de aventurarse. Con un pequeño movimiento de su tallo, logró zafarse de la maceta.
- ¡Voy a explorar! - gritó, y con eso comenzó su camino.
Mientras caminaba, conoció a Rayo, un águila que volaba bajo.
- ¡Hola, pequeña plantita! - dijo Rayo. - ¿A dónde vas?
- Quiero ver el mundo más allá del jardín, ¡he escuchado que hay cosas increíbles!
- ¡Cuidado! - advirtió Rayo. - El mundo puede ser peligroso, pero también hermoso. ¿Quieres que te muestre algo especial?
- ¡Sí, por favor! - exclamó Rosita con alegría.
Rayo la llevó a un claro del bosque donde había flores de todos los colores.
- ¡Mirá! - dijo Rayo. - Estas son las flores del bosque.
- ¡Son hermosas! - dijo Rosita con admiración.
- Pero, pequeña, no olvides que aquí no hay agua constante.
- ¿Eso significa que no puedo quedarme?
- Exacto. Todo lugar tiene sus cosas buenas y malas.
Rosita se sintió un poco triste, pero le agradeció a Rayo por el paseo.
- ¡Volveré a mi jardín! - decidió.
Cuando regresó, encontró a María preocupada.
- ¡Dónde estuviste! - exclamó la mariquita.
- Fui a ver el mundo afuera, pero ahora entiendo que mi jardín es especial también.
Con el tiempo, Rosita se dio cuenta de que crecer en su jardín era una aventura maravillosa. Con el agua del riego, el calor del sol y la compañía de María, cada día era único.
Un día, mientras disfrutaba del sol, vio a unos niños que se acercaban.
- ¡Mirá, María! - dijo emocionada. - ¡Vienen a vernos!
- ¡Son tan grandes! - dijo María.
Los niños comenzaron a cuidarla, a hablarle y darle cariño. Rosita se sintió feliz.
- ¡Ahora entiendo que cada jardín y cada lugar tiene su magia! - dijo con una sonrisa.
- ¡Así es! - respondió María. - Cada día trae nuevas aventuras, aunque estén en el mismo lugar.
Desde entonces, Rosita nunca dejó de observar y explorar su jardín. Aprendió a disfrutar cada día y a ser agradecida por lo que tenía. ¡Y así, la pequeña plantita rosa vivió feliz, disfrutando de su hogar lleno de amor y amistad!
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.