La Aventura de la Rana que Quería Ser Niña



Había una vez, hace 200 años, una abeja llamada Bea que volaba feliz por un hermoso jardín lleno de flores. Un día, mientras exploraba un rincón oculto, encontró una pequeña botella brillando al sol. Curiosa, Bea se acercó y leyó la etiqueta: "Poción Mágica: Para un nuevo aspecto".

Decidida a probarla, Bea se tomó el contenido de la botella y, en un abrir y cerrar de ojos, se transformó en una rana verde y resbaladiza. "¡Oh no! ¿Qué me ha pasado?"- exclamó Bea, horrorizada al verse en su nuevo cuerpo.

No le gustaba su aspecto, así que decidió que necesitaba ayuda. Recordó que en el bosque vivía una Ada a la que había visto un par de veces. Bea decidió ir en su búsqueda, saltando de hoja en hoja.

Finalmente encontró a la Ada, que se llamaba Lila, sentada en una piedra brillante. "¡Hola, Lila! ¡Por favor, ayúdame!"- suplicó Bea. "¿Qué te sucede, pequeña rana?"- preguntó Lila con voz suave.

"Me convertí en rana, y no quiero serlo más. Quiero ser una niña y jugar con mis amigas. ¿Puedes ayudarme?"-

Lila pensó por un momento y luego sonrió. "Claro, puedo ayudarte, pero debes aprender algo primero: ser tú misma es lo más importante"-. Bea se miró con tristeza y asintió.

"Sí, pero soy solo una rana"-.

"Las ranas también tienen su valor, Bea. Lo que importa es lo que tienes dentro"-, dijo Lila mientras movía su varita mágica. Una chispa de luz rodeó a Bea y, en un instante, se convirtió en una niña pequeña.

Bea estaba emocionada. "¡Gracias, Lila!"- gritó mientras saltaba de alegría. Pero algo extraño comenzó a suceder: no recordaba cómo ser una niña. A pesar de su nuevo aspecto, no sabía cómo jugar con sus amigas.

Se acercó a un grupo de niñas que estaban jugando en el parque. "¿Puedo jugar con ustedes?"-

"Claro, pero ¿qué sabes sobre jugar?"- le preguntó una niña llamada Sofi.

"No estoy segura..."-, respondió Bea, sintiendo que una ola de inseguridad la invadía. Las niñas la miraron con curiosidad.

"Debes intentarlo. Te enseñaremos!"- dijo Ana, otra de las amigas, mientras le extendía la mano.

Así, Bea comenzó a aprender. Saltaba con ellas, se reía e incluso inventaba historias. Pero aun así, sentía que había algo añorando en su interior. "Sigo sintiendo que soy diferente, como si no encajara completamente"- confió una noche a Lila, quien la visitó en sus sueños.

"Eso es natural, cariño. Recuerda que cada uno es único. Acepta quién eres y verás lo que puedes aportar"- la animó Lila.

A la mañana siguiente, Bea tuvo una idea brillante. Decidió combinar sus recuerdos de ser abeja y rana para crear un juego nuevo. Convocó a sus amigas. "¡Chicas, juguemos a ser abejas y ranas!"- Las niñas la miraron intrigadas.

"¿Cómo es eso?"- preguntó Sofi.

"Podemos volar como abejas, recolectar flores y luego saltar como ranas a través de los charcos. ¡Será divertido!"- explicó Bea con una sonrisa.

Así, comenzaron a jugar. Cantaban, reían, y al final del día, todas estaban exhaustas pero felices. "¡Eres genial, Bea! Nunca se nos hubiera ocurrido"-, dijo Ana mientras se tumbaban en la hierba, observando las estrellas.

Bea se dio cuenta de que había encontrado su lugar. Al final, entendió que no importaba si había sido una abeja o que ahora era una niña, porque siempre usaría todo lo que había vivido para crear cosas nuevas.

"¡Valoro cada parte de mí!"- exclamó con alegría, mientras Lila observaba desde lejos, satisfecha de ver a Bea brillar en su propia piel.

Y así, nuestra amiga, la antigua abeja, ahora niña, siguió jugando y aprendiendo en el jardín que había convertido en su hogar. Había aprendido que ser uno mismo, aceptar las diferencias y disfrutar de la vida era lo más mágico que podía hacer. Y claro, siempre con una sonrisa.

Y cada vez que miraba hacia el cielo, recordaba su viaje y sonreía, sabiendo que no hay magia más poderosa que la del amor propio y la aceptación.

Fin.

FIN.

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