La aventura de la televisión rota



Era un hermoso día de verano cuando mi hermana y yo fuimos a visitar a la 🏡 de mamá. Estábamos ansiosas por pasar tiempo juntas y disfrutar del día. Mamá nos recibió con una sonrisa y nos invitó a entrar. Estábamos tan emocionadas que ni bien entramos, corrimos hacia la sala de estar. Allí estaba la enorme televisión 📺 que mamá había comprado hace poco. Era tan grande que nos sentíamos como si estuviéramos en medio de una película en 3D. -

¡Wow! ¡Es gigante! - exclamó mi hermana, asombrada. -

Pero ten cuidado, no te acerques demasiado - advirtió mamá. -

Tranquila mamá, no pasará nada. Solo quiero verla de cerca - respondió mi hermana, quien siempre fue más inquieta que yo. Mientras nosotras conversábamos, mamá fue a la cocina a prepararnos algo para comer. De repente, escuchamos un estruendo y, al girar la cabeza, vimos a mi hermana con ojos desorbitados y la cara blanca como un papel. -

¡Oops! - musitó, con voz temblorosa. Nos acercamos rápidamente y vimos que había perdido el equilibrio y, al intentar sostenerse, había empujado la televisión, que ahora estaba hecha pedazos en el suelo. Mi mamá, al escuchar el ruido, vino corriendo y, al ver la escena, no dijo nada. Nos miró con calma y nos abrazó. -

Está bien, no se preocupen. Lo más importante es que ustedes estén bien. Las cosas materiales se pueden arreglar, pero ustedes son irremplazables - nos dijo con ternura. A pesar de sus palabras tranquilizadoras, nos sentíamos mal. Mi hermana estaba a punto de llorar y yo no sabía qué hacer para consolarla. Sin embargo, mamá nos sorprendió. Nos llevó al jardín, donde pasamos el resto del día jugando, riendo y disfrutando de nuestra compañía. A medida que pasaban las horas, nos dimos cuenta de algo importante: la televisión rota no era el fin del mundo. Lo más valioso estaba ahí, al lado nuestro: el amor, la felicidad y la unión familiar. Al día siguiente, mamá llamó a un técnico que arregló la televisión. Aunque volvió a funcionar como nueva, ya no nos parecía tan impresionante como antes. Habíamos aprendido una lección inolvidable: las cosas materiales pueden romperse, pero el amor y la familia siempre permanecerán. Y eso es lo único que realmente importa.

FIN.

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