La Aventura de la Tierra Blanca
En el encantador pueblo de La Zarza, cada 11 de noviembre se celebraba la Fiesta de San Martín. Los colores de la fiesta llenaban las calles y la música se mezclaba con el aroma a sabrosas empanadas. Pero había algo más que hacía vibrar a La Zarza: los hombres tierrablanqueros, quienes con gran entusiasmo buscaban la tierra blanca, un material valioso para la construcción y la elaboración de cerámicas.
Un día, en la plaza del pueblo, Don Pedro, un anciano sabio del lugar, dijo: "Esta tierra blanca no solo se encuentra en cualquier parte. Hay que buscarla en el cerro de la Cruz, pero cuidado, ¡puede que aparezca el guardián del cerro!"-
Los hombres, intrigados, decidieron hacer una expedición. Entre ellos se encontraban Mateo, el más joven del grupo, y el viejo Ramón, conocido por sus historias sobre leyendas. Alistaron sus burritos y comenzaron su camino hacia el cerro.
Mientras subían, Ramón le susurró a Mateo: "Dicen que el guardián del cerro tiene una gran cueva, y si alguien intenta llevarse la tierra sin su permiso, puede desatar su furia"-.
Mateo, asustado, preguntó: "¿Y qué hacemos si nos encontramos con él?"-.
"La clave está en respetar la tierra y sus guardianes. Siempre hay que pedir permiso antes de tomar algo de la naturaleza"-, respondió Ramón.
Al llegar a la cima, se encontraron con un impresionante panorama. El sol se reflejaba en un lago y la tierra blanca brillaba de manera especial. Pero a medida que se acercaban, un enorme búho apareció y aterrizó ante ellos. Tenía plumas blancas y ojos que parecían conocer todos los secretos del atardecer.
"¡Deténganse! Yo soy el guardián de esta tierra. ¿Por qué vienen a llevarse mi tesoro?"- dijo el búho con una voz profunda.
Mateo, temblando, logró hablar: "Vinimos a buscar tierra blanca para ayudar a construir en nuestro pueblo y hacer cerámicas. Prometemos cuidar de ella"-.
El búho los miró detenidamente. "Si realmente quieren utilizar la tierra para un bien mayor, deberán demostrarme que entienden su valor"-.
"¿Y cómo podemos hacerlo?"- preguntó Ramón, confiado.
"Debemos realizar una tarea juntos. Hay un pequeño arroyo que ha sido bloqueado por piedras. Si lo liberan, habrán demostrado su respeto por la naturaleza"-.
Emocionados, los hombres se pusieron manos a la obra. Trabajaron codo a codo, moviendo piedras y limpiando el arroyo. Después de horas de esfuerzo, el agua volvió a fluir libremente, creando melodías que alegraban el ambiente.
El búho, satisfecho, aplaudió con sus alas: "Han demostrado su compromiso con la tierra y la naturaleza. Pueden llevarse la tierra blanca, pero recuerden siempre cuidar y respetar lo que la naturaleza les da"-.
Con el corazón lleno de alegría, Mateo y Ramón dieron las gracias y cargaron sus burritos con la preciada tierra. Regresaron al pueblo justo a tiempo para la fiesta. Todos los habitantes celebraron su regreso y la carta de agradecimiento al búho fue escrita, donde prometían cuidar la naturaleza y aprender de ella.
En cada Fiesta de San Martín, ya no solo festejaban la llegada de nuevos tiempos, sino también el respeto hacia la tierra y sus guardianes. Y así, La Zarza floreció, con cerámicas hermosas y corazones más unidos que nunca en la protección del medio ambiente.
FIN.