La aventura de Lali


Lali era una niña muy especial. Desde que nació, parecía tener energía inagotable. Siempre estaba corriendo, saltando y gritando por toda la casa. Sus padres intentaron todo para calmarla, pero nada funcionaba.

Ni los juguetes más divertidos ni las actividades más entretenidas lograban mantenerla ocupada por mucho tiempo. Un día, mientras Lali correteaba por el parque, se encontró con un grupo de niños que estaban jugando al escondite.

Se acercó curiosa y les preguntó si podía unirse a ellos. -¡Claro! -dijo uno de los niños-. ¡Serás nuestra nueva amiga! Lali se emocionó tanto que empezó a correr en círculos alrededor de sus nuevos amigos. -¡Vamos a jugar! ¡Vamos a jugar! -gritaba sin parar.

Los niños le explicaron las reglas del juego y Lali se divirtió como nunca antes lo había hecho. Corrió detrás de sus amigos, buscándolos en cada rincón del parque.

Cuando finalmente logró encontrarlos a todos, sintió una gran satisfacción y felicidad. A partir de ese día, Lali empezó a pasar todas las tardes jugando con sus nuevos amigos en el parque.

Descubrió que había muchas cosas divertidas por hacer cuando se tenía compañía y que no siempre era necesario estar haciendo algo para sentirse feliz. Sin embargo, un día llegaron malas noticias: el parque iba a cerrar durante unos días porque iban a construir nuevas atracciones allí.

Lali tembló pensando en qué iba a hacer sin su lugar favorito para jugar. Pero entonces, una de sus amigas le sugirió que fueran al museo. Lali nunca había estado en un museo antes y no sabía muy bien qué era eso, pero decidió darle una oportunidad.

Cuando llegaron al museo, Lali se sorprendió por todas las cosas interesantes que había allí. Había pinturas, esculturas y objetos antiguos que parecían sacados de otro mundo.

Los niños se divirtieron jugando a descubrir cosas nuevas e imaginándose historias sobre los objetos del museo. Lali se dio cuenta de que podía divertirse y aprender al mismo tiempo. A partir de ese día, empezó a explorar nuevos lugares y actividades con la mente abierta y curiosa.

Ahora Lali tenía un nuevo hobby: descubrir cosas nuevas cada día. Y aunque seguía siendo una niña hiperactiva, aprendió a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida junto a sus amigos.

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