La Aventura de las Abejas Felices



En un hermoso día soleado, en un jardín lleno de flores de colores y aromas dulces, vivía una familia de abejas felices. La mamá abeja, llamada Amapola, el papá abeja, llamado Mielito, y sus tres pequeños, Zumbido, Polinita y Dulce. Este era un lugar donde todas las abejas trabajaban juntas, recolectando néctar y produciendo la mejor miel de la colmena.

Un día, mientras jugaban en el jardín, Zumbido, el más curioso de los tres, propuso:

"¿Y si volamos más allá del jardín? Tal vez descubramos algo nuevo y emocionante."

"Pero, Zumbido, ¿y si nos perdemos?" respondió Polinita, algo asustada.

"Por favor, solo será un pequeño vuelo. Además, seremos rápidos y podremos volver enseguida" dijo Zumbido con entusiasmo.

Después de hacer un pacto de volver rápido, los tres hermanos se lanzaron al aire, zumbando de emoción. Al principio todo era perfecto, volaban altos, danzaban entre las flores y jugaban con un grupo de mariposas. Sin embargo, a medida que se alejaban, se dieron cuenta de que estaban mucho más lejos de lo que habían imaginado.

"Mmm… creo que deberíamos volver ahora," dijo Dulce, mirando la distancia que habían recorrido.

"¡No, sigamos! Hay tantas flores hermosas aquí!" insistió Zumbido, que nunca había visto algo así.

Decidieron explorar un poco más. Encontraron un campo lleno de flores exóticas, pero mientras jugaban, escucharon un fuerte zumbido.

"¿Qué fue eso?" preguntó Polinita temblando.

"No lo sé, pero parece que hay algo grande acercándose," dijo Zumbido mientras todos miraban nerviosos.

De repente, un enorme abejorro apareció ante ellos, desafiando su valentía.

"¿Qué hacen aquí, pequeños? Este es mi territorio!" rugió el abejorro, aterrorizando a los hermanos.

"Lo… lo sentimos. Solo estábamos explorando..." dijo Polinita, tartamudeando de miedo.

"No deberían aventurarse tan lejos de su colmena!" advirtió el abejorro.

Sudoroso y asustado, Zumbido se armó de valor y preguntó:

"¿Cómo podemos volver a casa?"

El abejorro, al ver su valentía, decidió ayudarlos.

"La mejor manera es seguir el olor a flores conocidas. Ustedes deben ser capaces de hacerlo. Solo sigan la dirección de la brisa y no se olviden de lo que han aprendido."

Con la ayuda del abejorro, los pequeños emprendieron su camino de regreso. Recordaron las flores del jardín de su mamá Amapola, y aunque había olor a flores raras alrededor, se concentraron en su aroma familiar.

"¡Ahí está! Hacia allá!" gritó Dulce mientras todos se apresuraban en la dirección correcta.

Finalmente, después de un largo viaje, llegaron al jardín donde siempre habían estado.

"¡Miren, es nuestra colmena!" exclamó Polinita, aliviada y feliz.

"Lo logramos!" celebró Zumbido.

Al llegar, se encontraron con su madre Amapola y su padre Mielito, quienes estaban preocupados por ellos.

"¿Dónde estaban? Nos asustaron!" dijo Amapola al ver a sus hijos.

"Perdón, mamá. Tuvimos una gran aventura, pero aprendimos que la exploración está bien, siempre que no nos alejemos demasiado de casa," explicó Zumbido, sintiéndose un poco avergonzado.

"Así es, el hogar es importante, pero también lo son las lecciones que aprendemos en el camino. Recuerden siempre volver a casa, y nunca duden en pedir ayuda si la necesitan!" dijo Mielito, sonriendo.

Los pequeños, aliviados y felices de estar en casa, prometieron siempre recordar lo que habían aprendido. Desde ese día, cada vez que querían explorar, aseguraban que fuera en compañía y dentro de los límites seguros.

Y así, la familia de abejas felices siguió viviendo en armonía, disfrutando de sus días en el jardín y recordando siempre la emocionante aventura que los acercó más que nunca como hermanos.

FIN.

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