La Aventura de las Bicis y los Árboles
Era una tarde dorada en el barrio de Villa Esperanza, y el sol comenzaba a esconderse detrás de los árboles que adornaban las esquinas. Un grupo de amigos, compuesto por Lucas, Sofía, Martina y Tomás, se reunió con sus bicicletas en la plaza central, ansiosos por vivir una nueva aventura.
"¡Che, chicos! ¿A dónde vamos hoy?" - preguntó Lucas, ajustándose el casco.
"Yo escuché que hay un parque nuevo cerca de la escuela, ¡dicen que tiene un montón de árboles para trepar!" - exclamó Sofía con entusiasmo.
"¡Sí! Y también hay un estanque con patos. Quiero verlos de cerca!" - agregó Martina, con los ojos brillantes.
"Perfecto. Vamos entonces, pero cuidado en las esquinas. Hay que estar atentos con los autos" - advirtió Tomás, el más cauteloso del grupo.
El grupo subió a sus bicicletas y comenzó a pedalear por las calles del barrio. Cada esquina era un pequeño desafío, y se aseguraban de frenar y mirar antes de cruzar. Mientras pedaleaban, se reían y compartían anécdotas. Pero en una de las esquinas, un perro apareció de la nada y comenzó a correr tras ellos.
"¡Ay, no!" - gritó Sofía mientras empezaba a pedalear más rápido.
"¡Es un perro! ¡No hay que asustarse!" - dijo Tomás mientras trataba de mantener la calma.
"¿Qué hacemos?" - preguntó Martina, asustada.
Lucas, que tenía una gran idea, decidió actuar.
"Esperen, no hay que correr. Siempre tenemos que ser valientes. Me detengo y trato de calmarlo" - propuso.
Los amigos miraron a Lucas con dudas, pero confiaron en él. Lucas se detuvo lentamente y se agachó, extendiendo su mano hacia el perro, que se acercó curiosamente. En pocos segundos, el perro dejó de ladrar y se comenzó a mover suavemente alrededor de él.
"¡Mirá! Es amigable" - dijo Tomás, impresionado.
"¡Tenés razón!" - contestó Martina sonriendo "Se ve que sólo quería jugar."
"Vamos, juguemos un rato con él" - propuso Sofía.
Pasaron unos minutos jugando con el perro. Lucas le lanzó una pelota que había traído, y el perro corría alegremente tras ella. Pero pronto, el sol comenzó a bajar, y los chicos decidieron que era hora de continuar su camino.
"Lo tenemos que dejar, chicos" - recordó Tomás "El parque no puede esperar."
"Sí, pero antes le pondremos un nombre al perro" - sugirió Sofía.
Después de mucho pensar, decidieron llamarlo —"Tobi" .
Finalmente, los amigos siguieron en dirección al parque. Al llegar, sus ojos brillaron de emoción. Tarzan, el roble gigante al que todos querían trepar, los esperaba de brazos abiertos.
"¿Quién se atreve primero?" - retó Lucas, mirando hacia lo alto.
"¡Yo!" - gritó Martina, y comenzó a escalar. Le siguieron rápidamente Sofía y Tomás. Lucas observaba la escena, disfrutando la compañerismo de todos.
Cuando todos estuvieron en la cima del árbol, sintieron que tocaban el cielo. Desde allí, podían ver toda la plaza, el camino que habían recorrido y, más lejos, a Tobi, el perro, tratando de atrapar una mariposa.
"¡Esto es increíble!" - exclamó Sofía.
"¡Así se sienten los pájaros!" - agregó Martina, maravillada.
De repente, Lucas vio algo pequeño y brillante en el suelo, justo al lado del árbol. Se bajó rápidamente y lo recogió. Era una antigua cajita de metal, un poco oxidada. Cuando la abrieron, encontraron pequeños objetos: canicas, monedas y una nota antigua que decía: 'Los verdaderos tesoros no son los que vemos, sino los momentos compartidos y la amistad'
"¡Es una cápsula del tiempo!" - afirmó Tomás. "¡Tenemos que dejar algo también!"
"Sí, ¿qué les parece si dejamos una foto de nosotros y una carta contando sobre nuestra aventura?" - sugirió Sofía.
Todos estuvieron de acuerdo y, mientras se sacaban una foto, comenzaron a escribir sobre su día, sobre Tobi y sobre cómo ayudaron a un nuevo amigo.
Luego, volvieron a colocar todo en la caja, la cerraron y decidieron enterrarla justo debajo del árbol.
"Así, siempre recordaremos esta aventura" - dijo Lucas contento.
Esa tarde, los amigos regresaron a casa pedaleando bajo un cielo pintado de anaranjado y violeta, sintiéndose más unidos que nunca. Habían aprendido que la amistad es el verdadero tesoro, que los momentos compartidos son inolvidables y que ayudar a un amigo siempre trae recompensas mágicas.
Así, cada vez que veían a Tobi jugar en la plaza o pasaban por el gran roble del parque, recordaban su gran aventura juntos.
"¿Y si hacemos otra aventura muy pronto?" - propuso Sofía mientras se despedían.
"Definitivamente, ¡yo no me la perdería!" - respondió Tomás con una sonrisa.
Con el anhelo de nuevas historias, pedalearon cada uno hacia sus casas, deseando que el sol nunca se escondiera de sus corazones.
FIN.