La Aventura de las Emociones de Lucas
Era una soleada mañana en el pueblo de Colorete, donde los niños jugaban y reían sin parar. Lucas, un niño de diez años, era conocido por su energía y su risa contagiosa. Sin embargo, había algo que le preocupaba: a veces no podía controlar sus emociones y eso lo metía en problemas.
Un día, mientras jugaba a la pelota con sus amigos, un desafortunado accidente ocurrió. Lucas, en un intento de marcar un gol, le pegó la pelota con tanta fuerza que terminó rompiendo la ventana de la señora Pina, la anciana del barrio.
"¡Ay, Lucas! ¿Qué has hecho?" - gritó su amigo Tomás, con los ojos bien abiertos.
"¡No lo sé! Estoy tan enojado conmigo mismo..." - respondió Lucas, con su voz quebrándose.
A medida que el enojo lo invadía, Lucas vio cómo una nube oscura parecía cubrir su cabeza. Esa nube era su emoción desbordante, y le hizo sentir aún más tristeza y frustración.
Esa tarde, su mamá lo llevó al parque. Aún preocupado por lo de la ventana, Lucas se sentó en un banco, y fue entonces cuando conoció a Sofía, una niña del barrio conocida por su visión del mundo.
"¿Por qué estás tan triste, Lucas?" - le preguntó Sofía, al verlo con la cabeza gacha.
"Rompí la ventana de la señora Pina y no puedo dejar de sentirme mal..." - contestó Lucas.
Sofía, que siempre había encontrado formas de manejar sus emociones, sonrió.
"A veces, es difícil controlar lo que sentimos. Pero hay formas de manejarlo. ¿Te gustaría que te muestre cómo?" - le pidió amable.
"Sí, por favor!" - exclamó Lucas, sintiéndose un poco más esperanzado.
Sofía llevó a Lucas al arenero y, allí, le mostró algunos trucos para calmarse.
"Cuando te sientas enojado o triste, puedes intentar hacer esto: cierra los ojos, respira hondo y cuenta hasta diez. Eso ayuda a que la nube oscura se disipe un poco." - explicó Sofía, mientras Lucas cerraba los ojos y empezaba a contar.
Después de practicarlo varias veces, Lucas comenzó a sentirse mejor. La nube oscura se volvió más pequeña, y pudo ver que la situación no era tan grave. Fue entonces cuando Lucas decidió que no quería seguir sintiéndose así.
"¿Y si, además, no solo cuento para calmarme, sino que escribo mis sentimientos?" - sugirió Lucas, entusiasmado.
"¡Esa es una idea genial! Escribir puede ser como hablar contigo mismo. También puedes dibujar, o hacer cualquier cosa que te ayude a expresar lo que sientes." - respondió Sofía, emocionada.
Con el tiempo, Lucas descubrió que podía manejar sus emociones haciendo pequeñas cosas. Cuando se enojaba, se iba a dar un paseo por el parque. Cuando se sentía triste, se sentaba a dibujar con colores brillantes. Lucas también dedicó algo de su tiempo a hablar con sus amigos sobre lo que sentía, y eso lo ayudó a sentirse más ligero.
Un día, decidió que era tiempo de enfrentar a la señora Pina.
"Perdón, señora Pina. Lo de la ventana fue un accidente, y prometo ayudarla a repararla." - dijo Lucas, con humildad.
"Lucas, aprecio tu sinceridad. Y está bien, todos hacemos errores. Pero lo importante es aprender de ellos." - le respondió la señora Pina, sonriendo.
A partir de aquel día, Lucas se convirtió en un experto en controlar sus emociones. Usó su cuaderno para anotar sus sentimientos y, aunque a veces aún se dejaba llevar, siempre recordaba lo que había aprendido de Sofía. Se hizo amigo de la señora Pina y, juntos, pintaron la ventana nueva con colores alegres.
Finalmente, Lucas se sintió libre y feliz. Había aprendido que las emociones son una parte importante de la vida, pero que podía elegir cómo manejarlas. Y así, cada vez que una nube oscura intentaba aparecer sobre su cabeza, sabía exactamente qué hacer.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.