La Aventura de las Emociones en la Escuela Luminosa



Era un día soleado en la Escuela Luminosa. Los niños habían llegado felices al patio para jugar. Entre risas y gritos, se encontraban Valen, Sofía, Tomás y Lupe, un grupo de amigos inseparables. Sin embargo, ese día, algo raro estaba pasando.

Cuando el timbre sonó, todos se dirigieron a su aula. La profesora Laura, una maestra con una energía contagiosa, les anunció una actividad especial.

"Hoy vamos a aprender sobre nuestras emociones y cómo manejarlas. He preparado una aventura que nos llevará a un mundo mágico" - dijo con una gran sonrisa.

Los niños se miraron entre sí, intrigados.

"¿Qué clase de aventura?" - preguntó Lupe, con una ceja levantada.

"Nos vamos a conectar con nuestras emociones para enfrentarnos a algunos desafíos. Disfruten de la experiencia, pero recuerden, hay que ser sinceros con lo que sentimos" - explicó la profesora.

Sin que se dieran cuenta, la tomada de manos y un brillo en los ojos de la maestra los llevó a un lugar mágico: un bosque lleno de colores y criaturas que representaban diversas emociones. En el centro del bosque, una gran roca decía: "Bienvenidos, amigos. Aquí, sus emociones tendrán forma".

De repente, una nube oscura apareció ante ellos.

"¡Soy la tristeza!" - dijo con voz grave.

"¿Qué quieres?" - preguntó Sofía, algo asustada.

"Quiero que entiendan que a veces sentirse tristes es normal, pero no lo dejen que los atrape. ¿Quién quiere intentar hablar conmigo?" - la nube parecía menos amenazante.

Valen, que a menudo se sentía triste al ver que sus amigos preferían jugar con otros, levantó la mano.

"A veces me siento solo cuando no me eligen para el juego. No sé qué hacer" - confesó.

La nube oscura se inclinó un poco, sabiendo que ese era un sentimiento real.

"Es importante decirlo, Valen. Puedes hablar con tus amigos. Siempre estarán ahí para escucharte" - dijo la nube.

Valen sonrió, sintiéndose aliviado.

Mientras tanto, Tomás, que era un poco reacio a expresar sus sentimientos, se encontró con un dragón rojo fuego.

"¡Soy la ira!" - exclamó el dragón, con una voz fuerte.

"¡No! ¡Aléjate de mí!" - gritó Tomás, asustado.

"No hay razón para temerme. La ira también es parte de nosotros. ¿Te has dado cuenta de que a veces te enojas cuando tus amigos no te entienden?" - inquirió el dragón.

"Sí, pero no sé cómo manejarlo..." - dijo Tomás, sintiéndose acorralado.

El dragón se acercó más.

"Tentación: respira hondo, piensa en lo que realmente te molesta, y expresa cómo te sientes. Yo te enseñaré a canalizarme de una manera buena". Tomás asintió, sintiéndose valorado.

Mientras tanto, Lupe encontró a una mariposa amarilla.

"¡Hola! Soy la alegría. ¿Quieres jugar conmigo?" - dijo la mariposa, revoloteando a su alrededor.

"¡Por supuesto! Pero a veces la tristeza me atrapa, y yo no sé cómo combatirla" - comentó Lupe.

"¡Claro que puedes! Recuerda que la alegría puede coexistir con otras emociones. Celebrá lo que te hace feliz, ¡y también los momentos de tristeza!" - sugirió la mariposa.

Los niños, tras una profunda reflexión, comenzaron a entender que todas las emociones, ya sean buenas o malas, son importantes. Hablar sobre lo que sentían se abrió como una ventana hacia un nuevo mundo. Al final de su aventura, los cuatro amigos se reunieron en un claro del bosque.

"¿Qué aprendieron?" - preguntó la profesora Laura, sonriendo.

"Que no hay emociones malas, solo formas diferentes de sentir" - dijo Sofía, llena de confianza.

"Y que es importante hablar de lo que sentimos para no quedarnos solos" - añadió Lupe.

"Y que podemos aprender a manejar nuestra ira y tristeza" - concluyó Tomás.

Con ese nuevo entendimiento, regresaron al aula. Sabían que la aventura no había terminado; tenían toda una vida por delante para aprender a manejar sus emociones y apoyarse unos a otros. La Escuela Luminosa ahora brillaba aún más con el Corazón Juntos del grupo, un lugar donde se sentían cómodos expresando lo que realmente sentían.

Desde ese día, aprendieron a nombrar sus emociones y decirse siempre, 'Aquí estoy para escucharte'. La amistad era su mayor fortaleza y juntos podían superar cualquier desafío.

FIN.

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