La Aventura de las Galletitas Mágicas
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Dulcelandia, un niño llamado Lucas que amaba las galletitas más que nada en el mundo. Un día, mientras caminaba por el mercado, Lucas encontró una galletita brillante en el suelo. Se acercó y, al tocarla, escuchó una dulce voz que decía:
"Hola, Lucas. Soy la Galletita Mágica. Si me comes, te llevará a un mundo lleno de galletitas donde tú eres el rey."
Lucas, emocionado, no dudó en comerse la galletita. De repente, sintió un cosquilleo en su estómago y, al abrir los ojos, estaba en un país maravilloso lleno de galletitas de todos los tamaños y colores.
"¡Guau! ¡Es increíble!" exclamó Lucas.
Camino por el reino y conoció a una amable galletita llamada Meli, quien le explicó que en su mundo, todos trabajaban juntos para hacer galletitas mágicas. Pero había un problema:
"El Rey Galletón ha dejado de hacer galletitas porque se aburrió de su trabajo. Si no recuperamos su entusiasmo, el mundo de las galletitas se desmoronará."
Lucas, decidido a ayudar, organizó una reunión con todos los habitantes. Pasaron ideas locas y divertidas, pero nada parecía funcionar. Entonces, Meli tuvo una idea brillante:
"¡Vamos a hacer una Galletita Gigante!"
Lucas y los habitantes empezaron a recolectar los ingredientes: harina mágica, azúcar de las nubes y chispitas de chocolate de la montaña. Trabajaron todos juntos, y poco a poco, la galletita empezó a tomar forma.
El Rey Galletón, intrigado, observaba desde lejos. Al ver a la comunidad unida, empezó a sonreír. Cuando por fin hicieron la Galletita Gigante, la presentaron al rey con gran entusiasmo.
"¡Rey! ¡Pruebe nuestra creación!" decía Lucas.
Al probarla, una chispa de alegría volvió a brillar en los ojos del Rey Galletón:
"¡Deliciosa! Nunca había probado algo tan increíble. ¡Gracias, chicos!"
El rey, emocionado por la unión de su pueblo, decidió organizar una gran fiesta en agradecimiento a Lucas y todos sus amigos galletitas. Durante la fiesta, el Rey prometió que nunca se olvidaría de la importancia de trabajar en equipo y crear cosas maravillosas.
Lucas, lleno de felicidad, sintió que era hora de regresar a casa. Meli le dio un último regalo: una galletita brillante que lo ayudaría a recordar siempre que cuando la comunidad se une, cualquier cosa es posible.
Al volver a su pueblo, Lucas llevó consigo no solo el recuerdo de una gran aventura, sino también una lección valiosa.
Así, en cada galletita que horneaba junto a su familia y amigos, siempre recordaba a Dulcelandia y la magia de la colaboración. Y nunca dejó de soñar con compartir esas delicias con todos.
Fin.
FIN.