La Aventura de Las Hadas y el Dragón Feliz



En un reino lejano, donde las montañas se alzaban orgullosas y los mares brillaban como esmeraldas, vivían un grupo de hadas traviesas. Eran las guardianas de la felicidad en ese mágico lugar. Sin embargo, las hadas se dieron cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo: la felicidad empezaba a desaparecer y el reino se tornaba gris y triste.

- ¡Oh, no! - exclamó la hada Lila, revoloteando nerviosa. - Necesitamos encontrar la fuente de la felicidad para que nuestro reino recupere sus colores.

- Pero, ¿dónde podríamos buscar? - preguntó la hada Brisa, sacudiendo sus alas.

Lila, llena de valor, propuso:

- Vamos hacia la montaña más alta, la Montaña del Dragón. Dicen que ahí vive un dragón que guarda un secreto que podría devolvernos la felicidad.

Las hadas se reunieron y volaron hacia la montaña. A medida que ascendían, notaron que los árboles y flores habían perdido su brillo. Finalmente, llegaron a la cueva del dragón, donde se escuchaba un suave llanto.

- ¿Quién llora en la cueva del dragón? - preguntó Brisa, preocupada.

- ¡Soy yo, Drax, el Dragón Feliz! - respondió una voz profunda. - He estado solo y triste, y eso ha afectado a toda la naturaleza a mi alrededor.

Lila se acercó a Drax, sus grandes ojos llenos de compasión:

- ¿Por qué estás triste, Drax?

- Siempre he deseado jugar y compartir mi felicidad, pero todos me tienen miedo porque soy un dragón - sollozó Drax. - Desde que me aislé, la alegría se ha desvanecido.

Las hadas, recordando su misión, comenzaron a pensar en cómo podían ayudar a Drax. Brisa, ingeniosa, dijo:

- ¿Qué pasaría si organizamos una gran fiesta? ¡Los habitantes del reino podrían venir, y así podrías mostrarles que eres amable y divertido!

- ¡Esa es una idea brillante! - gritó Lila. - Necesitamos hacer que todos se sientan bienvenidos y seguros en tu presencia.

Las hadas se pusieron manos a la obra. Usaron sus poderes mágicos para embellecer la cueva de Drax. Colocaron luces brillantes y decoraron con flores de colores. Luego, volaron hacia el pueblo y comenzaron a invitar a todos los habitantes.

- ¡Vengan a la gran fiesta del Dragón Feliz! - anunciaron las hadas. - Habrá juegos, música y mucha diversión.

El día de la fiesta llegó, y con un poco de nerviosismo, Drax se preparó para recibir a sus nuevos amigos. Al principio, los habitantes del reino eran reacios, pero las hadas siguieron animándolos:

- ¡No tengan miedo! Drax solo quiere compartir su felicidad.

Cuando finalmente se animaron a entrar, se encontraron con un dragón que, lejos de ser aterrador, era muy divertido. Drax comenzó a contarles historias y a hacer trucos mágicos.

- ¡Miren qué increíble! - gritó un niño mientras Drax hacía una voltereta en el aire. - ¡Es un dragón de verdad!

La risa y la alegría llenaron la cueva, y pronto la felicidad comenzó a desbordarse no solo de Drax, sino de cada persona presente.

- ¡Esto es maravilloso! - exclamó Lila mientras repartía dulces. - Todos están sonriendo.

La fiesta continuó hasta la noche, y cuando llegó el momento de despedirse, la gente del pueblo se despidió de Drax con abrazos y promesas de regresar.

- Nunca pensé que tendría amigos - murmuró Drax, con lágrimas de felicidad en los ojos. - Gracias por recordarme lo que significa ser feliz.

Las hadas sonrieron, sabiendo que su misión había tenido éxito.

- La felicidad se comparte - reflexionó Brisa. - Y ahora, además de ser guardianas, tenemos un nuevo amigo y protector en el reino.

Drax, ya no solo un dragón triste, se convirtió en el Dragón Feliz, el mejor amigo de las hadas y de todos los habitantes del Reino. Desde ese día, juntos cuidaron de la felicidad del pueblo, entendiendo que a veces, solo se necesita un poco de amistad para iluminar incluso los días más grises.

FIN.

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