La aventura de las matemáticas en 3D



Era un hermoso día en la escuela primaria. Los alumnos de 3°D se preparaban para comenzar su día de clases. A las 9:00 de la mañana, la maestra María entró al aula con una gran sonrisa y un montón de hojas de ejercicios.

- ¡Buenos días, chicos! – Exclamó la maestra.

- ¡Buenos días, maestra María! – respondieron todos al unísono.

- Hoy vamos a hablar sobre multiplicaciones y divisiones.¿Alguno de ustedes puede decirme qué son? – preguntó ella.

Lucía, una de las alumnas más curiosas, levantó la mano.

- ¡Yo, yo! Multiplicar es sumar el mismo número muchas veces, y dividir es repartir en partes iguales, ¿verdad?

- ¡Exactamente! Así se hace – dijo la maestra apoyando las palmas sobre su escritorio. – Pero hoy haremos algo diferente: vamos a aprender geometría mientras jugamos.

Los ojos de todos se iluminaron al escuchar la palabra 'jugar'.

- ¡Sí! – gritaron en coro – ¡Queremos jugar!

- Entonces, me alegra que el recreo sea justo después de esta clase porque vamos a realizar una búsqueda del tesoro matemática. Tendrán que resolver una serie de acertijos relacionados con las formas geométricas y las multiplicaciones para encontrar el tesoro escondido en el patio de juegos. ¿A quién le gusta la idea?

- ¡A mí, a mí! – gritó Sofía, la mejor amiga de Lucía, mientras saltaba de emoción.

Así que, después de una intensa clase llena de cálculos y risas, finalmente llegó el recreo. La maestra les entregó una lista de tareas:

1. Encontrar un cuadrado en el patio.

2. Contar cuántos triángulos pueden ver en el techo de la escuela.

3. Resolver dos multiplicaciones y una división para conseguir pistas del tesoro.

Mientras todos los chicos corrían al patio, Lucía y Sofía se miraron entusiasmadas.

- ¡Vamos! – dijo Sofía. Corrieron hacia los columpios y allí vieron un cuadrado dibujado en el suelo.

- ¡Una forma! – Gritó Lucía.

- Ahora contemos triángulos. – sugirió Sofía.

Miraron hacia arriba y contaron los triángulos en la estructura del techo.

- ¡Hay seis! – exclamó Lucía.

- Y cada uno tiene tres lados. – continuó Sofía, mientras anotaba los números en su cuaderno.

Una vez que terminaron los acertijos, y después de resolver las multiplicaciones – 5 x 3 = 15 y 6 x 2 = 12 – y la división 24 ÷ 4 = 6, las chicas regresaron a la maestra.

- ¡Ya tenemos las respuestas! – gritaron emocionadas.

La maestra las miró con orgullo.

- Felicitaciones, ¡han resuelto el primer acertijo! Aquí tienen su primera pista para el tesoro: ‘Sigan donde hay más luz, debajo del árbol que nunca se mueve.’

Rápidamente, todos los niños se pusieron en marcha hacia el gran árbol en el patio.

- ¿Dónde podrá estar? – se preguntaron.

Sofía tuvo una idea brillante.

- Esperen, ¿y si buscamos en el tronco? – sugirió.

Los niños empezaron a revisar el tronco mientras contaban formas.

- ¡Miren! Aquí hay un triángulo dibujado en la corteza – dijo un chico de la clase.

- ¡Ahí! ¡Vean su forma! Y ahora, si contamos las esquinas… ¡es uno de nuestras figuras geométricas!

Mientras buscaban, de repente, apareció un pequeño perro que parecía juguetón.

- ¡Miren! Un amigo más para nuestra búsqueda. – dijo Lucía emocionada.

- Lo llamaremos ‘Multipli-Perro’.

Los niños rieron mientras el perro corría alegremente entre ellos, llenando el ambiente de energía. Finalmente, encontraron un baúl enterrado entre las raíces del árbol.

- ¡Lo encontramos! – gritaron todos.

Al abrir el baúl, encontraron lápices de colores, libros de matemáticas llenos de juegos y varias golosinas.

- Este fue el mejor recreo de todos – dijo Sofía.

- Aprendimos jugando, y eso es lo mejor de todo, ¡gracias maestra!

- ¡Mañana haremos algo similar! – prometió la maestra, mientras todos regresaban a clase, cansados pero felices, llevando con ellos no solo un tesoro, sino también un aprendizaje inesperado sobre la magia de las matemáticas y la amistad.

FIN.

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