La Aventura de las Palabras Perdidas
Era una soleada mañana en el pueblo de Lenguaville, donde los niños jugaban en el parque y se reían con facilidad. Pero había un pequeño problema: algunas palabras habían desaparecido.
La protagonista, Sofía, una niña curiosa y aventurera, estaba jugando con sus amigos en el parque cuando notó que uno de ellos, Lucas, se había quedado callado. Sofía se acercó a él y le preguntó:
"¿Por qué no hablas, Lucas?"
Lucas miró al suelo y respondió:
"No sé qué decir... Me olvidé las palabras."
Sofía, con su corazón lleno de empatía, decidió que era el momento de ayudar a su amigo. Con una sonrisa en su rostro, dijo:
"¡No te preocupes, Lucas! Juntos vamos a buscarlas."
Y así, Sofía, Lucas y su amiga Valentina partieron en busca de las palabras. Caminando por el parque, se encontraron con un viejo árbol que parecía susurrar. Miraron más de cerca y descubrieron que el árbol estaba lleno de hojas que contenían palabras que habían caído.
Valentina exclamó:
"¡Miren! ¡Son palabras! ¿Qué hacemos ahora?"
Sofía, muy entusiasmada, dijo:
"Podemos jugar a armar frases con ellas. Así volverán a sus dueños."
Cada uno de ellos eligió una hoja con una palabra y comenzaron a jugar.
"Yo tengo ‘correr’", dijo Lucas, con una chispa de entusiasmo.
"Yo tengo ‘estrella’", agregó Valentina.
"Y yo tengo ‘feliz’" continuó Sofía.
Formaron la frase: 'Correr bajo la estrella me hace feliz'. Todos rieron y se sintieron alegres. Pero, al mismo tiempo, notaron que algunas palabras seguían faltando.
Después de un rato, se dieron cuenta de que las palabras no solo estaban en las hojas. Las palabras estaban en sus corazones.
Valentina se acercó a un grupo de niños jugando y les pidió:
"¿Alguien quiere jugar con nosotros? Estamos buscando palabras para hacer frases."
Unos niños que estaban cerca, inmediatamente se unieron, y la búsqueda de palabras se volvió un juego en equipo.
Mientras jugaban, Sofía tuvo una idea:
"Si todas estas palabras mágicas están aquí, ¿qué pasaría si llevamos un mensaje a la señora Gato, la más sabia del pueblo? Quizás ella tenga más palabras."
Los niños recorrieron el pueblo, y después de un largo camino, llegaron a la casa de la señora Gato. Ella estaba en su jardín rodeada de libros.
"Hola, niños. ¿Qué los trae por aquí?" preguntó con una voz suave.
Sofía explicó:
"Estamos buscando palabras para ayudar a nuestro amigo Lucas a hablar."
La señora Gato, encantada, les ofreció una bolsita llena de palabras de todos los colores y tamaños.
"Pero sólo las encontrarán si las buscan con la mente y el corazón. Cada niño tiene su propia forma de expresarse. ¡Inténtenlo!"
Los niños miraron la bolsa con asombro. Cuando empezaron a sacar las palabras, comenzaron a hablar entre ellos sobre sus sentimientos, sus sueños y sus juegos.
"Yo tengo la palabra ‘sueño’", dijo Valentina.
"¿Y si formamos algo especial con ella?" propuso Lucas,
"Sí, ‘Mis sueños son estrellas’", se escuchó la respuesta de Sofía.
Las frases comenzaron a fluir y la alegría llenó el aire. Cuando estaban a punto de irse, Sofía fue la última en sacar su palabra. Miró la hoja que decía ‘compartir’ y le sonrió a sus amigos.
"Chicos, nuestra aventura empezó para ayudar a Lucas y ahora tenemos muchas palabras. ¡Hagamos un espectáculo para todos en el parque!"
Los niños se miraron emocionados.
"¡Sí, claro! Y podemos invitar a todos a participar!" agregó Valentina.
Así fue como se organizaron y comenzaron a contar historias, recitar poemas y cantar canciones. Observando el brillo en los ojos de Lucas cuando finalmente pudo expresar lo que sentía, todos se llenaron de alegría.
Al final del día, se dieron cuenta de que las palabras no solo eran herramientas para comunicarse, sino también la forma de compartir emociones y construir amistades. Llenos de felicidad, se prometieron seguir creando frases y aventuras juntos, porque cada día en Lenguaville podría ser una gran oportunidad para aprender más sobre el poder del lenguaje.
Y así, Sofía, Lucas y Valentina aprendieron que comunicarse es un regalo maravilloso y que siempre es más fácil hacerlo en compañía.
FIN.