La Aventura de las Piedras Brillantes
En un pueblito mágico llamado Arcoíris, cinco niños pasaban sus días explorando y jugando. Se llamaban Luna, Tomás, Eliana, Milo y Sofía. Cada uno venía de una familia diferente, pero todos compartían una misma pasión: la aventura. Un día decidieron ir a explorar una hermosa cascada que habían escuchado de los mayores del pueblo.
-Caminemos hacia la cascada, ¡quiero ver cómo cae el agua! -exclamó Luna, emocionada.
-Sí, y después podemos jugar a las escondidas entre los árboles -dijo Tomás, con una sonrisa.
Cuando llegaron a la cascada, el sonido del agua que caía era tan relajante que decidieron sentarse un momento a disfrutarlo. Pero, mientras estaban allí, Sofía notó algo extraño a la distancia.
-¡Miren eso! -gritó, señalando un camino cubierto de piedras brillosas que relucían al sol.
-¿Qué será ese camino? -preguntó Eliana, intrigada.
-¡Vamos a averiguarlo! -dijo Milo, siempre listo para la aventura. Así que, dejándose llevar por su curiosidad, los cinco amigos decidieron seguir el camino.
A medida que avanzaban, notaron que las piedras no solo brillaban, sino que también tenían formas y colores distintos. Algunas eran redondas, otras en forma de estrella y otras parecían tener reflejos de oro.
-¡Miren estas! -gritó Tomás, recogiendo una piedra azul que parecía brillar más que las demás.
-¡Cuidado! -advirtió Sofía.- Puede que estas piedras tengan un poder mágico. Debemos ser responsables.
De repente, la tierra tembló un poco y, un rayo de luz emergió de las piedras.
-¿Qué están haciendo? -preguntó una voz suave. Era una hada que volaba entre las piedras brillantes.
-¡Hola! -dijeron los niños al unísono, sorprendidos.
-Soy Lucía, la guardiana de estas piedras. Cada una de ellas representa una virtud: la amistad, el valor, la alegría, la generosidad y la creatividad. -explicó el hada.
-¡Guau! -dijo Eliana, asombrada. -¿Y qué pasa si tomamos una de ellas?
-Es un gran honor, pero debe ser por buenas razones. Cada piedra otorga su poder a quien demuestre el valor correspondiente. Si lo usan para ayudar a otros, les devolverá a ustedes la felicidad. Pero si lo usan para un propósito egoísta, se perderán en la oscuridad -advirtió Lucía.
Los amigos se miraron entre sí, entendiendo que estaban ante una gran responsabilidad. Decidieron que cada uno de ellos elegiría una piedra que representara la virtud que quisieran fortalecer en ellos mismos.
--Yo elijo la piedra de la amistad, porque quiero ser un mejor amigo para todos -dijo Tomás, eligiendo una piedra roja en forma de corazón.
--Yo elijo la generosidad -dijo Sofía, levantando una piedra amarilla brillante.
--Yo quiero ser más valiente, así que elijo la piedra del valor -dijo Milo.
--Yo elijo la alegría, quiero compartir risas y buen humor -dijo Eliana, eligiendo una piedra verde que sonreía.
--Y yo elijo la creatividad, porque quiero inventar juegos nuevos -decidió Luna, recogiendo una piedra naranja en forma de pincel.
-Si llevan estas piedras, recuerden siempre su significado y cómo deben usarlas -aconsejó Lucía. -Ahora, deben volver a su hogar y poner en práctica lo que aprendieron.
Los niños asintieron, prometiendo ser mejores amigos y ayudar a los demás. Al regresar al pueblo, notaron que sus piedras brillaban cada vez que hacían algo bueno, como ayudar a un vecino o compartir sus juguetes.
Con el tiempo, se dieron cuenta de que la verdadera magia estaba en sus acciones. La camaradería y la alegría que compartían hacían que Arcoíris brillara aún más.
Y así, los piedra y sus virtudes les enseñaron que la verdadera felicidad se encuentra en dar y compartir, y todos vivieron felices en su pueblito mágico, siendo mejores amigos y mejores personas.
-Esto es solo el inicio de nuevas aventuras -dijo Luna, mientras todos reían y corrían hacia el atardecer.
FIN.