La Aventura de las Tortugas Pancho y Pancha



Una mañana soleada, las niñas de cuarto grado del colegio Johannes Gutenberg estaban disfrutando de su recreo. Se escuchaban risas y gritos de alegría, cuando Luciana, con una gran sonrisa, dijo:

"¡Chicas! ¿Y si vamos al área de inicial a visitar a las tortugas Pancho y Pancha?"

Sus amigas, Valentina y Sofía, se miraron emocionadas. A las tortugas les encantaba que las visitaran, y siempre tenían un par de historias interesantes para contar.

"¡Sí! ¡Me encanta la idea!", exclamó Valentina.

"Yo también quiero verlas. ¡Vamos!" dijo Sofía, saltando de alegría.

Las tres amigas comenzaron a caminar al área de inicial, dejando atrás el bullicio del patio. Al llegar, notaron que las tortugas estaban tranquilamente tomando el sol en su lado del estanque.

"¡Hola, Pancho! ¡Hola, Pancha!", gritaron al unísono.

Las tortugas levantaron la cabeza, como si entendieran que sus amigas estaban allí.

"¡Hola, chicas!", respondió Pancho, mientras se asomaba al borde del estanque.

"¿Qué les trae por aquí en este hermoso día?", preguntó Pancha, moviendo de a poco su cabeza.

"Veníamos a ver cómo estaban y escuchar alguna historia tuya", dijo Luciana con una sonrisa.

Pancho y Pancha se miraron, cómplices, y decidieron que era el momento perfecto para contarles sobre su último gran viaje que hicieron al jardín de la escuela.

"Ayer descubrimos algo increíble", comenzó Pancho. "Vimos a un grupo de ranitas jugando en una charca. ¡Nunca había visto ranas jugar con una pelota!"

"Es cierto!", agregó Pancha entusiasmada. "Y una de ellas, que era de color verde brillante, nos retó a una carrera. ¡No pude resistirme!"

Las niñas estaban maravilladas escuchando a las tortugas, pero de repente, se dieron cuenta de que algo extraño sucedía.

"Chicas, ¿se dieron cuenta de que el agua del estanque se está evaporando?", dijo Sofía, preocupada.

"Tenes razón, ¡esto no es normal!", dijo Valentina mirando el nivel del agua.

"¿Y si las ranitas también se quedan sin agua? ¡Debemos hacer algo!", añadió Luciana, sintiendo la urgencia en su corazón.

Las tortugas, al escuchar a las niñas, se preocuparon también.

"Podemos ayudar a llenarlo, pero necesitamos más manos", dijo Pancho.

"¡Sí! Haremos una cadena humana con todos los chicos del colegio!", sugirió Pancha.

Las niñas se miraron y, sin perder un segundo, decidieron correr al patio y buscar a sus compañeros.

"¡Chicos! ¡Vengan rápido! Necesitamos su ayuda!", gritó Luciana mientras se acercaban a sus amigos.

En cuestión de minutos, el grupo se multiplicó. Todos estaban emocionados por la misión de salvar el estanque.

Con cubos, botellas y mucha energía, comenzaron a transportar agua desde la fuente más cercana. Mientras tanto, Pancho y Pancha animaban a los niños desde su estanque.

"¡Vamos, vamos! ¡Ustedes pueden!", gritaban.

Las chicas, con su liderazgo, lograron motivar a todos, y poco a poco, el estanque comenzó a llenarse nuevamente.

"¡Lo logramos!", exclamó Sofía, con los ojos brillantes.

"¡Sí! ¡Gracias a todos por ayudarnos!", dijo Valentina, mirando a sus nuevos amigos con orgullo.

Finalmente, el estanque volvió a tener suficiente agua y las ranitas, felices, regresaron a jugar. Desde entonces, el área del jardín se convirtió en un lugar de encuentro donde todos, incluidos los más pequeños y las tortugas, podían disfrutar juntos.

"Gracias, chicas, por salvar nuestro hogar", dijo Pancho, emocionado.

"Siempre que necesiten ayuda, aquí estaremos", añadió Pancha.

Las niñas sonrieron, sabiendo que habían aprendido algo importante: ayudar a los demás siempre trae alegría y unidad.

Y así, la aventura de las tortugas y las niñas se convirtió en un recuerdo que todos en el colegio Johannes Gutenberg llevarían en sus corazones para siempre.

FIN.

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