La Aventura de Laureano hacia la Luna



Había una vez un niño llamado Laureano, que tenía las pestañas más largas y hermosas que uno podría imaginar. Vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, donde cada día asomaba su cabeza por la ventana, maravillándose con el cielo azul y las nubes esponjosas.

Laureano tenía un sueño muy especial: quería volar entre las nubes y llegar hasta la luna en su avión transformer, un increíble aparato que podía transformarse en cualquier cosa que él deseara. Cada noche, se acostaba en su cama soñando con su aventura y cómo sería sentirse como un verdadero piloto.

Un día, mientras paseaba por el bosque, Laureano se encontró con un viejo mecánico llamado Don Hugo.

"Hola, pibe, ¿qué te trae por aquí?" - le preguntó el abuelo con una sonrisa amable.

"Hola, Don Hugo. Estoy tratando de construir un avión transformer para volar a la luna. ¿Podría ayudarme?" - respondió el niño, sus ojos brillando de emoción.

Don Hugo se rió y dijo: "Claro que sí, pero primero necesitamos recolectar algunos materiales. ¿Qué te parece?".

El corazón de Laureano dio un salto de alegría y ambos comenzaron a buscar por el bosque. Encontraron metal, plásticos y hasta unas alas de pájaro que alguien había dejado en la orilla del río. Cuando ya tenían todo lo necesario, se pusieron a trabajar.

Día a día, Laureano aprendía sobre ingeniería, física y un poco de matemáticas. Don Hugo le enseñaba cómo transformar cada pieza y cómo funcionaban las cosas.

"¿Sabías que el aire puede levantar los aviones cuando se mueve rápido?" - le explicaba el abuelo.

"¡Es increíble! Quiero volar tan alto que pueda tocar las estrellas" - decía Laureano con entusiasmo.

Después de semanas de trabajo duro, finalmente terminaron el avión transformer. Se veía brillante y listo para volar.

Laureano estaba tan emocionado que no podía dormir la noche antes del gran día.

"Don Hugo, ¿crees que realmente podré llegar a la luna?" - preguntó, con un tono de nerviosismo.

"Si crees en ti mismo y no te rindes, todo es posible, Laureano. Pero recuerda que el viaje comienza aquí, en el suelo. Necesitamos prepararnos bien" - respondió el anciano con sabiduría.

Cuando el sol salió, Laureano subió a su avión. El motor rugió con energía mientras él ajustaba los controles.

"¡Vamos, avión! A la luna, aquí vamos!" - gritó Laureano, lleno de emoción.

Con un gran zumbido, el avión despegó. Laureano sintió el viento acariciar su rostro mientras ascendía. Y así, voló entre las nubes, sintiendo la libertad. Pero de repente, algo extraño pasó. Un rayo de sol rebotó en el ala y la luz lo deslumbró.

"¡Oh, no! ¿Qué hago?" - gritó Laureano, mientras perdió un poco de control.

Justo cuando parecía que todo estaba perdido, recordó las enseñanzas de Don Hugo: "Si crees en ti mismo y no te rindes...". Con determinación, respiró hondo y ajustó los controles. Con un movimiento firme, corrigió su rumbo y se dejó llevar por el viento.

Después de un rato, ¡logró atravesar las nubes y se encontró con una vista espectacular!"¡Mirá eso! ¡Las estrellas son más brillantes de lo que pensé!" - se decía a sí mismo, maravillado

Pero la verdadera sorpresa estaba por venir. En su viaje, Laureano vio a un pequeño grupo de estrellas flotantes. Eran curiosas y se acercaron a su avión.

"¡Hola! Somos las Estrellas Viajeras. ¿Adónde vas?" - preguntaron, iluminando el aire.

"¡Voy a la luna! Quiero ver cómo es allí arriba" - contestó Laureano con alegría.

"¡Eso suena emocionante! ¿Sabías que la luna tiene un lado oscuro?" - dijo una estrella con voz melodiosa.

"¿El lado oscuro? ¿Qué hay allí?" - preguntó Laureano, intrigado.

"Es un lugar lleno de misterio. Pocos lo han visto, pero hay muchos sueños flotando. A veces, uno tiene miedo de lo desconocido" - respondió la estrella.

Laureano pensó en sus miedos y recordó las palabras de su amigo Don Hugo.

"Si no intento, nunca lo sabré" - murmuró para sí mismo, y decidió volar hacia el lado oscuro de la luna.

Cuando llegó, encontró un paisaje magnífico, lleno de destellos y luces. Podía ver cómo sus propios sueños flotaban como pequeños asteroides iluminados en la oscuridad. Lleno de asombro, exclamó:

"¡Es un lugar mágico!"

Laureano comprendió que aunque el lado oscuro parecía aterrador al principio, también era un lugar lleno de maravillas. Y lo más importante, ahí estaba él, enfrentando lo desconocido y viviendo su sueño.

Después de explorar, fue tiempo de regresar a casa. Muy contento y lleno de historias para contar, Laureano comenzó su viaje de vuelta. Al llegar, Don Hugo lo esperaba ansioso.

"¡Lo hiciste! ¡Contame todo!" - exclamó, abrazando al niño.

"¡Fui a la luna y descubrí que el lado oscuro no era lo que pensaba!" - relató Laureano, sus ojos brillando.

"Y lo mejor de todo es que pude enfrentar mis miedos" - concluyó con una sonrisa.

Desde ese día, Laureano siguió soñando, volando y explorando, siempre recordando que a veces, los sueños más grandes se encuentran al cerrar los ojos y dar el primer paso hacia lo desconocido. Y así, las pestañas largas de Laureano se convirtieron en la puerta a un mundo lleno de aventuras y aprendizaje.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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