La Aventura de Leo y la Noticia Misteriosa



Había una vez un niño llamado Leo, que vivía en un pequeño pueblo lleno de colores y risas. Leo era curioso y siempre tenía mil preguntas en la cabeza. Un día, mientras exploraba la plaza, vio un cartel enorme que decía: "¡La luna se ha vuelto de oro!". Sus ojos brillaron de emoción y decidió investigar.

"¿Es cierto que la luna se ha vuelto de oro?", se preguntó Leo.

Rápidamente, corrió hacia su amiga Clara, una niña que siempre llevaba una lupa y disfrutaba descubrir la verdad tras los misterios.

"¡Clara! ¡Mirá!", exclamó Leo, mostrándole el cartel.

"Wow, ¿no sería increíble? Pero... ¿quién dijo eso?", preguntó Clara, frunciendo el ceño.

Leo se quedó pensativo. Esa era una buena pregunta. Decidieron investigar juntos. Primero, se acercaron al anciano Don Ramón.

"Don Ramón, ¿escuchó sobre la luna de oro?", lanzó Leo con entusiasmo.

"Ah, pero de oro no sé, pero lo que hay en el cielo es de cristal y sueños. Cuidado con la noticia, chico. No todo lo que brilla es oro", dijo Don Ramón, sonriendo.

Intrigados, Leo y Clara continuaron su búsqueda. Luego, encontraron a la señora Rosa, que vendía flores en la plaza.

"Señora Rosa, ¿vio esa noticia de la luna?", preguntó Clara.

"Sí, sí, la vi. Pero me parece que es solo una historia para atraer a la gente al desfile del pueblo. No créanlo todo", contestó la señora Rosa mientras ataba un ramo de flores.

Leo sintió que se encendía una luz en su cabeza. El cartel no decía la verdad, sino que era parte de una celebración. Sin embargo, antes de decidir, se acordó de preguntarle a su hermano mayor, Mateo.

"Mateo, ¿vos creés que la luna se volvió de oro?", le preguntó Leo con curiosidad.

"No, Leo. Es solo un efecto publicitario, algo que inventaron para hacer que la gente venga. Hay que indagar siempre antes de creer, che. ¡No te dejes llevar!", le respondió Mateo con su mirada sabia.

Leo miró a Clara y ella le sonrió. Justo en ese momento los ojos del chico reflejaron algo más que curiosidad, reflejaron determinación.

"Entonces, Clara, ¡agarremos algunas piedras brillantes y hagamos nuestro propio anuncio!". Ella lo miró extrañada.

"¿Y qué haremos?", preguntó.

"Las vamos a dejar en la plaza. ¿Y si decimos que cada persona puede llevarse una apenas la luna salga y brille? », propuso Leo. Ambos comenzaron a recolectar piedras y a hacer señales con algo de pintura.

La mañana siguiente, la plaza estaba repleta de niños y adultos. Pierre, un niño que estaba al tanto del engaño, dijo:

"¡Pero si la luna es de cristal! ¿Por qué hay piedras aquí?", riendo.

"Es solo una forma de recordarle a todos que debemos buscar siempre la verdad", explicó Leo con un brillo en sus ojos.

La gente comenzó a reírse y a disfrutar, se olvidaron de lo que una vez les había confundido.

"¡Ojalá la luna fuese de oro! Pero también es bueno saber que no todo es lo que parece", comentó uno de los adultos.

Y así, entre risas y brillo, Leo y Clara se convirtieron en los mejores detectives de noticias del pueblo, recordando a todos que indagar y buscar la verdad siempre es mejor que dejarse llevar por lo que parece.

Desde ese día, Leo nunca volvió a mirar un cartel sin preguntarse primero: "¿Es esto cierto?". Con sus aventuras, enseñó a otros a ser curiosos, pero también a ser sabios.

Fin.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!