La Aventura de Leo y Su Espejo Mágico



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoiris, un niño llamado Leo. Desde muy pequeño, Leo se sentía diferente. Mientras sus amigos jugaban a ser astronautas o superhéroes, él soñaba con ser una valiente exploradora. Pero este deseo no solo se veía reflejado en sus sueños, sino también en cómo se vestía. Leo adoraba usar faldas y collares de flores que le regalaba su abuela.

Un día, mientras exploraba el desván de su abuela, encontró un viejo espejo cubierto de polvo. "¿Qué será esto?"- pensó Leo, frotando el cristal y haciendo que algunos destellos de luz salieran de él. Fue entonces cuando el espejo comenzó a hablar.

"Hola, Leo. Soy el Espejo Mágico de los Sueños. Puedo mostrarte la verdad que llevas dentro. ¿Estás listo para la aventura?"-

Leo, emocionado y un poco nervioso, asintió. "¡Sí! Estoy listo"- dijo con firmeza.

"Perfecto. Pero hay un pequeño secreto: deberás ser auténtico para que la magia funcione"- advirtió el espejo.

Sin dudarlo, Leo se miró en el espejo y, de repente, todo su alrededor cambió. Estaba en un bosque mágico lleno de criaturas fantásticas que hablaban. Una mariposa de colores brillantes se acercó. "¿Por qué pareces preocupado?"- preguntó.

"Quiero ser exploradora, pero a veces las personas no entienden mis sueños y me dicen que debería ser 'un chico de verdad'"- contestó Leo con tristeza.

La mariposa sonrió con complicidad. "En este bosque, todos son libres de ser quienes desean ser. Aquí no hay normas establecidas, solo el deseo de ser auténticos"- explicó.

Encaminándose entre los árboles, Leo vio a un grupo de animales trabajando juntos en un gran proyecto: construir una casa para una ardilla. Todos tenían un rol diferente. Un conejo, que usaba un sombrero de flores, estaba liderando el proyecto.

"¿Cómo decidieron quién hace qué?"- preguntó Leo, curioso.

"No hay roles estrictos, solo hacemos lo que nos gusta y lo que se nos da mejor"- respondió el conejo.

Leo sintió un profundo alivio. "¿Y si a alguien no le gusta lo que hace?"-

"Simplemente lo cambiamos. La diversión de trabajar en equipo es que todos podemos contribuir con lo que amamos"- dijo el conejo con una sonrisa.

Sintiéndose inspirado, Leo continuó su camino y se encontró con un grupo de niños jugando. Al ver que algunos llevaba vestidos y otros pantalones, se acercó.

"¡Hola! Estoy buscando compañeros para aventurarme"- dijo Leo emocionado.

"¡Claro! Aquí la única regla es que todos son bienvenidos a jugar como les plazca"- dijo una niña con cabello rizado.

Leo se unió a ellos, disfrazándose de explorador con una bufanda colorida y un gorro de explorador. Gritaban en el bosque, se escondían detrás de los árboles y buscaban tesoros entre las hojas.

Fue ahí cuando conoció a otro niño que había estado observando desde un rincón. "Hola, yo soy Sam"- se presentó.

"Hola, soy Leo"- dijo con una sonrisa.

"¿Te gustaría ser parte de nuestro equipo?"- preguntó Sam.

Leo sintió mariposas en su estómago mientras aceptaba. "¡Sí!"- exclamó. En ese instante, sintió que por fin estaba compartiendo su verdadero yo, rodeado de personas que lo aceptaban tal como era.

Pasaba el tiempo y sus amistades se fortalecieron, pero había un viaje más por hacer. La mariposa que conoció al principio volvió a encontrarlo. "¡Leo! Tienes que regresar al mundo real y contar a tus amigos de tu aventura, pero debes llevar contigo un mensaje muy importante"- dijo la mariposa.

"¿Cuál es?"- preguntó Leo, intrigado.

"Que ser auténtico es lo que te hará feliz. No importa lo que digan los demás. Siempre sé tú mismo"- resonó la mariposa.

Con lágrimas de alegría en sus ojos, Leo se despidió de sus nuevos amigos y volvió al espejo, mientras su corazón latía con fuerza. Al cruzar el portal, regresó al desván de su abuela sintiéndose ligero y lleno de energía positiva.

Reunió a sus amigos de la escuela y les compartió toda la historia de su aventura. Leo se sintió orgulloso de su voz.

"¡Quiero ser un explorador y usar lo que me haga feliz!"- dijo.

Sus amigos, sorprendidos, comenzaron a hablar sobre sus propios sueños. "Yo quiero ser artista, pero a veces me dicen que es para chicas sólo"- se quejó uno.

"¡Eso no importa! Lo que importa es lo que amamos hacer y cómo queremos ser"- proclamó Leo.

Así, Leo y sus amigos empezaron a hacer de sus juegos un espacio donde cada uno podía ser auténtico. El pequeño pueblo de Arcoiris vibraba de alegría.

Y así, Leo se convirtió en un gran explorador, no solo de mundos mágicos, sino también de la valiosa identidad de cada uno, aprendiendo cada día a aceptar y celebrar la diversidad. Y colorín colorado, este cuento se ha terminado, pero la aventura de ser nosotros mismos, continúa.

FIN.

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