La Aventura de Leo y su Hermano Lucho



En un pequeño pueblo llamado Palabras, vivía un niño llamado Leo. A diferencia de su hermano mayor, Lucho, a Leo no le gustaba leer. Para él, los libros eran como monstruos con mil páginas que devoraban su tiempo. Lucho, en cambio, era un ratón de biblioteca; siempre estaba con un libro en la mano y una sonrisa en el rostro. Pero todo cambiaría en un día muy especial.

Un día, mientras jugaban en el parque, Lucho encontró un viejo mapa escondido entre unas hojas.

"¡Mirá, Leo! ¡Es un mapa del tesoro!" -exclamó Lucho, con los ojos brillantes.

"¿Tesoro? Eso suena aburrido. ¿Qué tiene de divertido?" -respondió Leo, encogiéndose de hombros.

"La aventura, hermano. Vamos a buscarlo juntos" -insistió Lucho.

Al principio, Leo dudó, pero la idea de una aventura terminó por convencerlo. Así que, con una bocanada de aire fresco, decidieron seguir el mapa. En su primer desafío, se encontraron con un gran árbol con un letrero que decía: "Para continuar, lean el siguiente acertijo: 'Blanco por dentro, verde por fuera. Si quieres saber, ¡debes leer y aprender!'".

"¿Qué será esto? No entiendo" -murmuró Leo, frunciendo el ceño.

"Yo sé cómo resolverlo. Es una sandía. El acertijo dice que tenemos que encontrarla" -dijo Lucho con confianza.

Fue así como Leo, al lado de su hermano, aprendió a leer el acertijo que les otorgaría la pista para avanzar. Juntos, encontraron una sandía escondida detrás del árbol. Al abrirla, en su interior había un mapa más pequeño que les indicaba el siguiente lugar.

Ahora más emocionado, Leo comenzó a sentir que tal vez leer no era tan aburrido después de todo.

La segunda parada los llevó a un viejo puente, donde un troll les bloqueaba el paso. El troll tenía un libro en la mano y dijo:

"Para cruzar, deben leer en voz alta esta historia y responder la pregunta: ¿Qué lección aprendió la tortuga al correr con la liebre?".

Leo se sintió nervioso. No, no le gustaba leer en voz alta. Pero vio a Lucho animándolo.

"Vamos, Leo. Yo te ayudaré!" -dijo Lucho.

Juntos leyeron la historia y, al terminar, Leo explicó:

"La tortuga aprendió que con paciencia y esfuerzo, se puede ganar".

"¡Correcto! Pueden pasar!" -dijo el troll, dejando que cruzaran.

El tercer y último desafío los llevó a una cueva oscura. Entraron y encontraron un cofre antiguo que sólo se abriría con un código. En la puerta del cofre había una inscripción que decía: "Lee el mensaje para abrirme".

La inscripción decía: "Las letras de la palabra SOL suman 29. Encuentra el código".

"No sé cómo sumar letras!" -gritó Leo, frustrado.

Lucho empezó a explicar cómo cada letra tenía un valor. Con su ayuda, descubrieron que S=19, O=15, L=12, así que anotaron su suma y Leo gritó: "¡29!".

Con el código en mano, abrieron la puerta del cofre y encontraron un tesoro lleno de libros, mapas y más acertijos. Le dieron la vuelta a un libro en la mesa, el cual decía:

"El verdadero tesoro es el conocimiento que se obtiene al leer".

Leo sonrió. Su aventura no solo había sido emocionante, sino que había aprendido el poder de la alfabetización.

"¿Sabés qué, Lucho? Me gusta leer, ¡y quiero aprender más!" -dijo Leo con entusiasmo.

"Eso es genial, Leo!" -respondió Lucho riendo.

Y de esa manera, Leo y Lucho se convirtieron en los mejores amigos de los libros, siempre listos para nuevas aventuras, porque ahora sabían que el conocimiento era el tesoro más valioso.

FIN.

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