La Aventura de Leo y sus Amigos
En un pequeño pueblo llamado Colorín, vivía un niño llamado Leo. Leo era un chico muy especial, lleno de energía y siempre con una sonrisa en el rostro. Sin embargo, a veces, tenía dificultades para concentrarse en la escuela. Sus amigos, Sol y Max, también eran únicos, cada uno con sus propias características.
Una mañana, el profesor Rodríguez les anunció que había un concurso de talentos en la plaza del pueblo. Todos estaban emocionados y comenzaron a prepararse. En el camino, Leo no podía dejar de pensar en mil cosas diferentes.
"¿Y si hacemos una presentación de magia?" - dijo Leo.
"No, no, yo quiero cantar!" - interrumpió Sol, que tenía una gran voz.
"¡O hacer malabares!" - exclamó Max, que siempre estaba moviéndose o haciendo trucos.
Mientras Leo trataba de decidir qué hacer, sus pensamientos se mezclaban y le costaba prestar atención a la conversación.
"Leo, ¿estás escuchando?" - le preguntó Sol, preocupada.
"¡Ah sí! Perdón, estaba pensando en lo genial que sería un espectáculo de luces!" - respondió Leo.
Entonces, sus amigos decidieron que cada uno haría algo diferente en la presentación. Sol se encargaría de cantar, Max haría malabares y Leo, a pesar de no tener una idea clara, se animó a ayudar con las luces.
Los días pasaron y el concurso se acercaba. Leo estaba ansioso, pero en vez de concentrarse en su parte de la presentación, se distraía con todo a su alrededor. Mientras practicaban, Max estaba saltando de un lado a otro, como si tuviera un resorte en las piernas, y Sol intentaba mantener el ritmo de la canción, pero Leo a veces se perdía en sus pensamientos, olvidando qué debía hacer.
Una tarde, Leo se sintió frustrado.
"¿Por qué no puedo hacer una sola cosa a la vez? ¡No puedo quedarme quieto ni concentrarme!" - dijo Leo, sintiéndose un poco triste.
"No trabajes así, Leo. Sos increíble en lo que hacés, solo que tenés que encontrar tu ritmo. Algunos somos más veloces, pero tenés tu propia magia" - le dijo Max.
"Sí, no te preocupes, cada uno tiene su forma de brillar" - añadió Sol.
Con sus palabras de aliento, Leo decidió hacer un pequeño cambio. Empezó a usar un cronómetro para dedicar un tiempo específico a cada tarea. Se dio cuenta de que podía concentrarse mejor si hacía pausas.
"Voy a probar a iluminar las partes de la canción que me gustan, así puedo disfrutar de lo que hago y no distraerme" - pensó Leo.
El día del concurso llegó, y todos estaban listos. El escenario estaba lleno de colores y luces. Sol comenzó a cantar con una voz brillante, Max la acompañaba con sus malabares, y Leo iluminaba el escenario al ritmo de la canción.
Al final de la presentación, la gente aplaudió con entusiasmo. Leo se dio cuenta de que había logrado concentrarse al encontrar un método que funcionaba para él.
"¡Lo hicimos! ¡Eso fue increíble!" - gritó Max, saltando de felicidad.
"¡Sí! ¡Justo en el momento!" - agregó Sol, emocionada.
Después del espectáculo, se acercaron a ellos otros niños que también tenían su propia manera de hacer las cosas. Algunos hablaban mucho y otros se movían sin parar.
"A veces, es difícil concentrarse cuando hay tanto ruido o tantas cosas pasando," - comentó una niña llamada Ana, que solía distraerse en clase.
"Es como tener una mente rápida, ¿no?" - añadió un niño más, que siempre trataba de mantenerse fuera de problemas al hacer varias actividades a la vez.
Leo sonrió y les respondió: "¡Exactamente! Todos tenemos nuestros modos de aprender y disfrutar. Por eso, aunque a veces me distraiga un poco, sé que con un toque de creatividad y apoyo entre amigos, ¡podemos hacer cosas increíbles!"
FIN.