La Aventura de Letras y Amistad



Era un día soleado en el aula de segundo grado de la Escuela Primaria Arcoíris. Los alumnos estaban emocionados porque la maestra, la señorita Valentina, les había preparado una actividad especial: escribir su propio cuento.

Entre los niños, se encontraba Tomás, un pequeño con una gran imaginación, pero que tenía un pequeño problema: su disgrafía. A veces, le costaba formar las letras y, aunque lo intentaba con todas sus fuerzas, sus palabras en el papel a menudo no se veían como él deseaba. Sin embargo, había algo que lo hacía sentir afortunado: tenía dos amigos leales, Sofía y Mateo, que siempre estaban dispuestos a ayudarlo.

"¡Vamos, Tomás! Tú puedes hacerlo!" - lo animó Sofía, mientras le mostraba una hoja de papel llena de coloridas letras y dibujos.

"Solo hay que relajarse y pensar en lo que queremos contar" - añadió Mateo, siempre optimista.

Tomás respiró hondo y miró su hoja en blanco. Ya había comenzado una historia en su cabeza, sobre un dragón que vivía en un bosque mágico y que solo quería hacer amigos. Pero cuando empezó a escribir, las letras se deslizaban de una manera que lo frustraba.

"No te preocupes, Tomás. Mejor escribimos juntos. ¡Yo puedo ayudarte!" - propuso Sofía, sonriendo con cariño.

Así que, con la ayuda de Sofía, comenzaron a escribir el cuento. Sofía escribía las palabras mientras Tomás dictaba lo que quería contar. Mateo se unió a la diversión y le dio ideas sobre lo que podía suceder en la historia, y así, poco a poco, el cuento del dragón amigable fue tomando forma.

Sin embargo, en medio de la emoción, la maestra Valentina decidió hacer un recorrido por los escritorios para ver cómo iban los trabajos. Al llegar al lugar de Tomás, Sofía y Mateo, observó con atención.

"¿Qué es esto?" - preguntó la señorita Valentina, sonriendo.

"Es un cuento sobre un dragón que quiere hacer amigos, pero se siente triste porque no sabe cómo" - explicó Tomás con un brillo en sus ojos.

"¡Me encanta!" - exclamó la maestra. "¿Pueden leerme un fragmento?"

Tomás miró a sus amigos, nervioso, pero con una chispa de valentía. Sofía asintió y comenzó a leer:

"...y el dragón, al darse cuenta de que tenía a su lado un grupo de animales que lo querían, decidió dejar atrás su soledad y hacer una fiesta para celebrarlo..."

Cuando terminaron de leer, la señorita Valentina aplaudió con entusiasmo.

"¡Bravo! Me encanta cómo han trabajado juntos. Tomás, tu historia es hermosa y tus amigos han hecho un gran trabajo ayudándote. ¡Estoy orgullosa de ustedes!"

Pero de repente, algo inesperado ocurrió. Entre los aplausos, un niño llamado Lucas, que siempre se había burlado de Tomás, se levantó de su asiento y dijo:

"Eso no es justo, Tomás no lo escribió solo. Ese es un cuento de grupo, no es tuyo."

La clase se quedó en silencio. Tomás sintió como si se le cayera el mundo. Sofía y Mateo miraron a Lucas con desagrado, pero en vez de quedarse callados, Sofía respondió:

"Tomás puede que necesite ayuda, pero es su historia. Sin sus ideas, no existiria el cuento. La amistad significa ayudarse y trabajar juntos, ¿no crees?"

Mateo, disfrutando del momento, se unió a Sofía:

"Claro, Lucas. Todos tenemos talentos diferentes. ¡Quizás deberías intentarlo también!"

Lucas, sorprendido por la respuesta, se encogió de hombros.

"Tal vez…" - murmuró, pero no sonaba tan seguro.

La señorita Valentina, viendo lo que sucedía, sonrió y dijo:

"En este aula, fomentamos la amistad y el compañerismo. Ayudarse entre amigos solo hace que nuestras historias sean más ricas y divertidas. En vez de ser celosos, deberíamos celebrar nuestras diferencias."

Al final de la clase, Tomás, Sofía y Mateo se sintieron como verdaderos campeones. No solo habían logrado crear una historia maravillosa, sino que también habían demostrado que la amistad y la aceptación son más importantes que cualquier triunfo individual.

"Gracias, chicos. No podría haberlo hecho sin ustedes" - dijo Tomás, con gratitud en su voz.

"Siempre estaremos aquí para ayudarte. ¡Juntos somos un gran equipo!" - respondió Sofía, abrazando a Tomás.

Así, ese día en la Escuela Primaria Arcoíris, Tomás no solo aprendió sobre letras, sino también sobre el valor de la amistad, la importancia de pedir ayuda y la magia de contar historias juntos. Desde entonces, su cuento del dragón se convirtió en un símbolo de la unión que compartían en el aula y, quizás, en el corazón de Lucas también comenzó a cambiar algo.

El cuento del dragón se convirtió en uno de los favoritos de la clase, y Tomás, aunque sabía que todavía tenía que practicar su escritura, descubrió que no estaba solo en el camino. Siempre tendría a sus amigos para apoyarlo. Y así, en ese cálido y soleado rincón del aula, el poder de la amistad brillaba como el sol, iluminando las historias que todavía estaban por contar.

FIN.

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