La Aventura de Lía la Hoja Voladora
Había una vez, en un hermoso árbol de un parque de Buenos Aires, una hoja llamada Lía. Lía era una hoja muy curiosa que soñaba con ver el mundo más allá de su rama. Un día, cuando el viento sopló fuerte, Lía se despidió de su árbol y voló por los cielos.
Mientras surcaba el aire, Lía vio el brillante Río de la Plata que reflejaba el sol, y decidió aterrizar en una pequeña isla. Allí conoció a un alegre ratón llamado Rocco.
"¡Hola! Soy Lía, la hoja voladora. ¿Te gustaría mostrarme tu isla?" - preguntó entusiasmada.
"¡Claro! ¡Sigame!" - respondió Rocco con una sonrisa.
Rocco llevó a Lía a través de un bosque lleno de flores brillantes y mariposas danzantes. Juntos jugaron al escondite entre los arbustos y exploraron cuevas que parecían sacadas de un cuento de hadas.
Después de un rato, Lía siguió su viaje volando hacia la ciudad. Desde el aire, pudo ver los grandes edificios, las plazas llenas de niños jugando y los restaurantes animados. Ahí conoció a una paloma llamada Pía.
"¡Hola, Lía! ¿De dónde eres?" - preguntó Pía mientras se posaba a su lado.
"Vengo de un árbol en el parque, y estoy explorando el mundo. ¿Y vos?" - respondió Lía, emocionada por compartir su historia.
Pía le ofreció unas galletitas que había encontrado y las disfrutaron juntas mientras observaban a la gente pasar.
"¡Qué emocionante es volar y conocer nuevos amigos!" - exclamó Lía.
Sintiéndose revitalizada, Lía decidió seguir volando. Pasó sobre el barrio de San Telmo con sus adoquines y mercados coloridos, y luego se dirigió a la tranquilidad de los Bosques de Palermo. Allí, Lía se encontró con un grupo de patos nadando en un estanque.
"¡Hola, patitos! Soy Lía, la hoja voladora. ¿Qué tal su día?" - saludó alegremente.
"¡Hola, Lía! ¡Es un hermoso día para nadar!" - respondió el pato mayor, que se llamaba Lucas.
Lía se unió a ellos por un rato, hablando de los lugares que había visitado. Los patos estaban muy interesados en sus historias y la animaron a seguir explorando.
Ya cansada pero feliz, Lía decidió que era hora de regresar a su árbol en el parque. Con el viento llevándola suavemente, voló por los cielos mientras recordaba todas las maravillas que había visto y los amigos que había conocido.
Al llegar a su árbol, reconoció a los pájaros cantores, a las ardillas traviesas y al viejo tronco que la había visto nacer.
"¡Lía, has vuelto!" - chilló un pájaro.
"Sí, y tengo tantas historias que contarles sobre mi aventura!" - exclamó Lía emocionada.
Y así, Lía compartió sus vivencias con todos en el árbol, alegrando el día de sus amigos. Comprendió que la verdadera aventura no solo está en ver nuevos lugares, sino también en compartir momentos con aquellos que amamos. Y desde entonces, cada vez que el viento soplaba, Lía recordaba sus viajes, pero también disfrutaba de la calidez de su hogar.
Con cada nuevo día, Lía soñaba en grande, lista para emprender nuevas aventuras, siempre sabiendo que los recuerdos y la amistad son lo que más importa en la vida. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.