La Aventura de Lía, la Tortuga Viajera



Había una vez, en un hermoso estanque rodeado de verdes arbustos y flores de colores brillantes, una tortuga llamada Lía. Lía era curiosa y soñadora. Siempre miraba con anhelo las aves que volaban alto en el cielo, deseando poder ver el mundo más allá de su hogar.

Una mañana, mientras disfrutaba del cálido sol sobre su caparazón, se encontró con un pequeño pez llamado Tito.

"Hola, Lía! ¿Qué haces hoy?" - preguntó Tito, salpicando agua a su alrededor.

"Hola, Tito! Estoy pensando en salir a explorar el mundo más allá del estanque. ¡Quiero ver todo lo que hay en la vida!" - respondió Lía, entusiasmada.

Tito la miró un poco asustado:

"Pero Lía, el mundo fuera de aquí puede ser peligroso y tienes que ir muy lento. No sé si es buena idea."

"Lo sé, pero no puedo quedarme aquí para siempre. Tengo que intentarlo. ¿Me acompañarías?" - rogó Lía.

Tito pensó por un momento, y aunque quería cuidar a su amiga, no podía resistirse a la emoción de una aventura.

"Está bien, ¡me encantaría acompañarte! Pero tenemos que ser muy cautelosos. ¡Explorar puede ser divertido!"

Así que juntas decidieron emprender su viaje. Caminaron por el borde del estanque, disfrutando del canto de las aves y las risas de los otros animales. Sin embargo, a medida que avanzaban, Lía se daba cuenta de que no podía moverse tan rápido como Tito.

Los dos amigos llegaron a un pequeño prado lleno de flores. **A Lía le brillaron los ojos** al ver las mariposas jugar entre los pétalos.

"Mirá, Lía, ¡mientras yo salto, podés ir despacito y disfrutar de las flores!" - sugirió Tito, mientras se lanzaba en un elegante salto.

"¡Sí!" - exclamó Lía, emocionada. Se acercó a las flores, jugando con las mariposas y olvidando por un momento su deseo de ir más rápido. Pero cuando Tito se fue un poco más lejos, Lía sintió que algo la detenía.

"Tito, espera! No puedo seguirte."

Al volver la vista, Lía se dio cuenta de que había dejado que la prisa de Tito la llenara de dudas. Se sintió un poco triste al ver cómo su amigo disfrutaba saltando. Entonces, decidió sentarse en una roca y respirar profundo, disfrutando del momento y del aire fresco.

De repente, sintió un movimiento, miro hacia abajo y vio a una pequeña oruga trepando sobre la roca.

"Hola, soy Olivia, ¿te gustaría hablar?" - le dijo la oruga mientras se acomodaba.

"Hola, Olivia. Soy Lía. Estoy un poco triste porque no puedo moverme tan rápido como mis amigos. Quiero explorar, pero temo no poder seguir el ritmo.”

"No te preocupes, Lía. Cada quien tiene su propio ritmo. Yo soy una oruga y un día seré mariposa, pero por ahora disfruto de mi camino. Lo importante es disfrutar del viaje. Mirá lo que logré: "- dijo Olivia, señalando unas bellas hojas.

"Debes ser muy valiente para seguir tu propio camino" - dijo Lía, sintiéndose ayudada por las palabras de Olivia.

"Así es. Y tú también puedes ser valiente a tu manera. Tu tiempo llegará, solo tienes que disfrutar cada instante."

Con el corazón un poco más ligero, Lía pensó en lo que Olivia le había dicho. "¡Gracias, Olivia! Quizás debería dejar de compararme con Tito y solo disfrutar de mi propia aventura."

"Así es, Lía. También puedes hacer tu camino y disfrutar a tu manera. ¡Tú eres única!"

Mientras hablaban, Tito regresó y le preguntó:

"¿Qué pasó, Lía? Te estaba buscando."

"¡Estaba charlando con Olivia! Y entendí que no necesito apresurarme. Cada quien vive su aventura ¿Sabías?" - Lía le respondió, llena de alegría.

"¡Exacto! Te prometo que no necesitas ir rápido. Vayamos juntas despacito!" - dijo Tito, feliz por tener a su amiga a su lado.

Continuaron su jornada. Lía avanzaba despacio, pero disfrutaba cada momento del paisaje: los colores del prado, los sonidos del viento y la amistad de Tito. Cada pasito era una nueva oportunidad para descubrir algo hermoso.

Un día, mientras estaban al borde de un acantilado en la cima de una colina, al fin vieron algo increíble: un vasto horizonte lleno de árboles, ríos y montañas. Lía sintió una alegría tan grande que empezó a sonreír.

"¡Mirá qué hermoso! No me había dado cuenta de que a veces lo lento nos lleva a los lugares más hermosos."

"¡Es cierto!" - contestó Tito. "Siempre me apuré tanto que no vi todo lo que había alrededor."

Ambos se sentaron a disfrutar de la maravillosa vista, comprendiendo que cada uno tenía su propio ritmo y que eso era lo que hacía la aventura especial. Lía había aprendido que no importaba cuánto tiempo le tomara, lo importante era que cada paso era hermoso y significativo.

Desde ese día, Lía siguió explorando sin apuros, disfrutando cada rincón del mundo a su modo. Y siempre recordaba las palabras de Olivia. Lía se sintió feliz, realizando que la vida es un viaje y que cada uno debe disfrutarlo a su propio ritmo.

Y así, Lía y Tito vivieron muchas más aventuras juntos, descubriendo la belleza del mundo y, sobre todo, la belleza de ser simplemente ellos.

FIN.

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