La Aventura de Lía y el Libro Mágico
En un pequeño pueblo llamado Letrasville, vivía una niña llamada Lía. A Lía le encantaba aprender cosas nuevas, pero a veces las letras y los números se mezclaban en su cabeza, ¡como si estuvieran bailando! Lía tenía dislexia, lo que hacía que leer y escribir fuera un poquito más complicado para ella.
Un día, mientras exploraba la biblioteca del pueblo, encontró un libro antiguo y polvoriento. Era un libro diario que pertenecía a un famoso contador llamado Don Alfredo.
"¿Qué será esto?" - se preguntó Lía, abriendo el libro con curiosidad. Cuando empezó a leer, se dio cuenta de que había algo especial en él. Cada página tenía instrucciones para aprender a registrar operaciones de una manera muy divertida y sencilla.
Un día, decidió que quería ayudar a su comunidad a organizar un festival para recoger fondos. Pero antes, necesitaba entender cómo registrar las donaciones en el libro diario, como había leído en el libro mágico.
"¡Hola, Lía!" - le dijo su amigo Mateo al verla preocupada. "¿Qué pasa?"
"Quiero hacer algo increíble, pero no sé cómo anotar las donaciones en este libro..."
"¿Por qué no intentamos hacerlo juntos?" - sugirió Mateo.
Lía y Mateo se sentaron en un parque bajo un árbol. Lía miró las primeras páginas del libro donde Don Alfredo escribía su nombre y la fecha de cada operación.
"Mirá, primero hay que escribir la fecha, ¿y ahora qué sigue?" - preguntó Lía.
"Veamos... aquí dice que hay que anotar lo que recibimos y de quién, luego lo que gastamos y en qué lo usamos. También habla de sumar y restar. ¡Eso suena divertido!" - respondió Mateo.
Lía comenzó a escribir: "1 de noviembre - Donación de la familia Pérez: $50." Pero al escribir, las letras comenzaron a bailar en la hoja.
"Oh, no..." - suspiró Lía. "Las letras no se quedan quietas."
"No te preocupes, yo puedo ayudarte con eso. Escribe lo que sientas y yo lo voy a corregir después. ¿Te parece?" - le dijo Mateo, animándola.
Un poco nerviosa, Lía continuó. Con la ayuda de Mateo, lograron registrar las donaciones y también los gastos del festival: "Gastos para el escenario: $150" y "Gastos de comida: $100". Al final de la tarde, habían escrito todo lo que necesitaban.
"¡Listo!" - exclamó Mateo, mirando las páginas llenas de letras. "Ahora, hay que sumar todo y averiguar cuánto nos queda para el festival."
Lía, sintiéndose entusiasmada, tomó una respiración profunda. Se acordó de lo que había aprendido de Don Alfredo: la suma era como contar las estrellas en el cielo, solo debía seguir el orden.
"Vamos a sumarlo todo. Primero las donaciones, y después restamos lo que gastamos. ¡Hoy seré una gran contadora!" - dijo con una sonrisa.
A medida que sumaban y restaban, Lía empezó a sentir que las letras dejaban de bailar y se alineaban en una hermosa sinfonía de números. Lo que parecía complicado se volvía cada vez más claro.
"¡Mirá, Lía! Al final tenemos $100 para comprar cosas más divertidas para el festival!" - gritó Mateo emocionado.
"¡Esto será increíble! Gracias, Mateo, no podría haberlo hecho sin vos. ¡Eres un gran amigo!" - respondió Lía.
Con el tiempo, Lía y Mateo organizaron el festival, y la comunidad llegó entusiasmada. Había juegos, música, y mucha comida. Lía se sintió orgullosa: había logrado llevar a cabo su idea.
"¿Y quién diría que un libro antiguo podría ser tan mágico?" - comentó Mateo mientras disfrutaban de una rica torta.
"Sí, y que yo podría ser una gran contadora... a mi manera!" - agregó Lía, sonriendo.
El festival fue un gran éxito, y Lía aprendió que con la ayuda de sus amigos y un poco de perseverancia, podía enfrentarse a cualquier desafío. Desde ese día, ya no temía a la dislexia, sino que la veía como un baile único en su propia vida.
Y así, Lía no solo aprendió a registrar operaciones en un libro diario, sino también a creer en sí misma y en su potencial. El libro mágico siempre estaría con ella, como un fiel compañero en sus aventuras de aprendizaje.
Fin.
FIN.