La Aventura de Lía y su Pequeño Secreto
En un hermoso pueblito de Costa Rica llamado Monteverde, donde las nubes acarician las copas de los árboles y el aire huele a café recién cosechado, vivía una niña llamada Lía. Lía era conocida por su brillante sonrisa y su amor por la naturaleza. Un día, mientras exploraba un sendero en el bosque, se topó con un grupo de amigos: Pato, el sapo; Tito, el colibrí; y Lina, la mariposa.
"¡Hola, Lía! ¿Qué has encontrado hoy?" - preguntó Pato, saltando emocionado.
"¡Nada especial! Solo el canto de los pájaros y el susurro del viento" - respondió Lía, tratando de ocultar algo.
En realidad, Lía había encontrado una flor mágica que brillaba con los colores más vibrantes, pero tenía miedo de contarles, temiendo que la flor desapareciera si muchos la visitaban. Decidió mantenerlo como un secreto.
Días después, sus amigos notaron que Lía parecía extraña, menos alegre.
"Lía, ¿estás bien?" - preguntó Tito, revoloteando a su alrededor.
"Sí, solo un poco cansada" - mintió la niña.
Sin embargo, los días pasaban y sus amigos no dejaron de preocuparse por ella. Así que, un día, decidieron seguirla para descubrir qué le pasaba.
Siguiendo los suaves sonidos de la naturaleza, llegaron a un claro escondido donde Lía contemplaba la flor mágica.
"¡Lía!" - gritaron al unísono, sorprendidos por su belleza.
"¡Oh, no!" - Lía exclamó, cubriendo la flor con sus manos. "Esto no es lo que parece. No debieron seguirme."
"Pero está bellísima, ¿por qué no nos lo dijiste?" - preguntó Lina, revoloteando por su lado.
"No quería que se marchara. Tenía miedo que tanta gente la dañara" - admitió Lía, con lágrimas en los ojos.
"¿Y pensaste que guardándote el secreto sería la mejor solución?" - dijo Pato, con voz suave. "A veces, las cosas bonitas se aprecian más cuando las compartimos."
Lía se dio cuenta de que había cometido un error.
"Tenés razón, mis amigos. Les prometo que no volveré a mentir y siempre seré sincera con ustedes. Lo importante, es que juntos podamos cuidar de esta maravilla."
Así que, con el corazón aliviado y como un pacto de amistad, Lía decidió compartir la belleza de la flor mágica con sus amigos. Juntos, idearon un plan para protegerla de curiosos y mantenerla a salvo. Crearon señalizaciones para que otros pudieran admirarla sin tocarla, y así, el lugar se convirtió en un espacio de amor y respeto por la naturaleza.
Desde ese día, Lía y sus amigos aprendieron que la honestidad siempre trae más alegrías que secretos, y cada vez que alguien admiraba la flor, creía aún más en el poder de la amistad y el respeto a la naturaleza.
Moraleja: No hay secretos que valgan más que la sinceridad y el amor compartido. A veces, al abrir nuestro corazón, encontramos la belleza que realmente importa.
FIN.