La aventura de Lila y el árbol sabio
Era un día soleado en el pueblo de Arcoiris, donde todos los días parecían sacados de un cuento. Lila, una nena curiosa de nueve años, estaba disfrutando del parque cuando vio algo que le llamó la atención: un árbol enorme, de ramas tan anchas que parecía que el cielo se había anclado en él.
"¡Qué árbol gigante! Nunca lo había visto antes" - exclamó Lila mientras se acercaba.
Tan pronto como tocó el tronco rugoso, el árbol hizo un movimiento suave y comenzó a hablar.
"Hola, pequeña Lila. Soy el Árbol Sabio. He estado aquí por siglos, guardando secretos y cuentos de nuestro mundo" - dijo el árbol con una voz profunda y amable.
Lila, sorprendida y emocionada, no podía creer que un árbol hablará.
"¿De verdad? ¿Qué tipo de secretos conoces?" - preguntó llena de curiosidad.
"Muchos, pero solo te contaré si prometes cuidar de la naturaleza y aprender sobre ella" - contestó el árbol.
"¡Prometo!" - aseguró Lila sin dudar un segundo.
"Muy bien, entonces escucha con atención. Una vez, existió un jardín escondido, lleno de flores que poblaban el aire de colores y fragancias. Sin embargo, un día, los habitantes del pueblo decidieron construir una gran casa de cemento y murallas, olvidando el jardín y su belleza. Esto trajo tristeza a todas las mariposas y pájaros que solían vivir allí".
Lila sintió un nudo en el estómago al imaginar ese jardín triste y vacío.
"¡No, eso no puede pasar! Debemos encontrar ese jardín y ayudarlo" - dijo Lila decidida.
El Árbol Sabio sonrió.
"Esa es la actitud correcta. Pero debes saber que el camino no será fácil. Habrá obstáculos y distracciones..." - comenzó a contar el árbol.
Entonces, Lila se armó de valor. Con el árbol indicando el camino, partió en busca del jardín perdido. Al poco tiempo, encontró a su amigo Joaquín, que estaba volando su cometa cerca del lago.
"¡Lila! ¿Adónde vas?" - gritó Joaquín.
"Voy en busca del jardín escondido. ¡Vení, quiero que me ayudes!" - le respondió Lila entusiasmada.
Joaquín, siempre amante de las aventuras, aceptó sin pensar:
"¡Vamos!" - dijo mientras corría hacia ella.
Mientras exploraban, se encontraron con un arroyo que cruzaba su camino. El agua brillaba bajo el sol, pero al acercarse, notaron que había mucha basura.
"Mirá eso, qué feo" - dijo Joaquín disgustado.
"Sí, esto debe ser parte de lo que ha dañado al jardín. ¡Debemos limpiarlo!" - exclamó Lila.
Los dos amigos se pusieron a trabajar, recogiendo latas y plásticos.
"Eso es, más que limpiar, estamos ayudando a la naturaleza" - dijo Lila muy contenta mientras arrojan la basura en una bolsa.
Después de un rato, el arroyo lucía mucho mejor.
"Listo, continuemos nuestra aventura" - dijo Joaquín, animado.
Caminaron y caminaron, pero pronto se dieron cuenta de que se habían perdido. La desilusión los invadió.
"Ahora estamos perdidos, ¿y si nunca encontramos el jardín?" - se quejó Joaquín.
Lila pensó un momento y luego sonrió.
"No podemos rendirnos. Recuerda lo que dijo el Árbol Sabio. Todo camino tiene sus desafíos. Vamos a usar nuestro mapa, ¿te acordás?" - sugirió Lila.
Joaquín se acordó que había traído un pequeño mapa del bosque.
"¡Claro! ¡Espera, lo tengo!" - dijo, sacando el mapa de su mochila.
Tras revisar el mapa, encontraron una ruta que prometía llevarlos a su destino. Con renovada energía, comenzaron a caminar.
Finalmente, después de muchas risas y algún que otro tropiezo, llegaron a un claro lleno de flores brillantes y mariposas revoloteando. Era el jardín perdido. Ambos se pusieron a saltar de alegría.
"¡Lo encontramos! ¡Lo encontramos!" - gritó Lila, feliz.
Pero notaron que el jardín también estaba descuidado. Con hojas secas y flores marchitas.
"No se verá bien si no lo cuidamos" - dijo Joaquín.
K juntos decidieron que tenían que hacer algo.
"Si nosotros logramos limpiar el arroyo, podemos hacerlo aquí también" - propuso Lila con convicción.
Así comenzaron a recoger piedras y basura, regar las plantas, y alegrar el lugar. Poco a poco, el jardín regresó a la vida. Cada día que pasaban ahí, las flores se hacían más brillantes y los pájaros regresaban a cantar.
Un día, mientras estaban en el jardín, el Árbol Sabio apareció nuevamente.
"Lo han logrado, pequeños héroes. Este jardín florece gracias a su esfuerzo" - dijo el árbol con orgullo.
Lila y Joaquín estaban radiantes.
"¡Podemos hacer algo bien!" - exclamó Joaquín.
"Y podemos enseñar a otros a cuidar sus lugares" - agregó Lila.
El árbol asintió, dándoles un gran abanico de hojas como símbolo de su amistad y una promesa de más aventuras.
Con el paso del tiempo, Lila y Joaquín se convirtieron en los guardianes del jardín y al mismo tiempo, enseñaron a los demás niños del pueblo la importancia de cuidar la naturaleza. El jardín se convirtió en un lugar de encuentro, lleno de vida y magia, recordando a todos que pequeños esfuerzos pueden hacer una gran diferencia.
Y así, Lila aprendió que la curiosidad y el amor por la naturaleza pueden llevar a maravillosas aventuras.
FIN.