La Aventura de Lila y sus Verduras Mágicas



Había una vez en un colorido barrio, una niña llamada Lila. Lila era conocida por su gran amor a los dulces. Todos los días, al volver de la escuela, se dejaba llevar por el olor de las golosinas que provenían de la tienda de Doña Matilde.

"- ¡Hola, Lila! ¿Querés un caramelo?" - le decía siempre Doña Matilde, sonriendo.

"- ¡Sí, por favor!" - respondía Lila, mientras tomaba un puñado de caramelos y se iba muy feliz.

Mientras tanto, su mamá se preocupaba.

"- Lila, tenés que comer verduras, son buenas para la salud", le decía su mamá.

"- ¡Ay, mamá! No me gustan. Prefiero los dulces", replicaba Lila, haciendo muecas.

Un día, mientras estaba en el parque, Lila encontró un extraño libro en la hierba. Tenía una tapa brillante y un título que decía "Las Verduras Mágicas". Curiosa, lo abrió y empezó a leer. De repente, las palabras comenzaron a brillar, y una hermosa hada, llamada Verdea, apareció frente a ella.

"- ¡Hola, Lila! Soy Verdea, el hada de las verduras. He venido a mostrarte algo especial", dijo el hada con una voz melodiosa.

"- ¿Verduras? No, gracias. Prefiero mis dulces", contestó Lila, cruzándose de brazos.

"- Pero este es un viaje mágico. ¡Ven, sígueme!", insistió Verdea. Intrigada, Lila decidió seguir al hada.

Volaron juntas a un jardín espectacular donde las verduras bailaban y cantaban. Había zanahorias que hacían piruetas y brócolis que tocaban instrumentos. Lila no podía creer lo que veía.

"- ¿Qué es este lugar?" - preguntó, asombrada.

"- Este es el Jardín de las Verduras Mágicas. Aquí, cada una de nosotras tiene poderes especiales", explicó Verdea.

Uno de los tomates brillantes se acercó y le dijo: "- Si me comes, te daré energía para jugar todo el día, ¡más que cualquier dulce!"

Lila se reía: "- Tomate, no creo que eso sea cierto. Los dulces son más deliciosos."

Verdea, dando un suave golpe de su varita mágica, hizo aparecer un delicioso batido de frutas y verduras. Lila observó cómo las frutas y verduras se mezclaban en una maravilla de colores y olores.

"- Prueba esto, y verás la diferencia", le dijo Verdea.

Lila dudó un momento, pero la curiosidad pudo más. Con un sorbo, sintió una explosión de sabor en su boca. "- ¡Esto está riquísimo!" - exclamó, sorprendiéndose.

"- Ahora te mostraré lo que las verduras pueden hacer por ti", dijo Verdea avergonzada.

Entonces, Lila empezó a brillar también. Su energía se sentía diferente, más activa. De repente, se dio cuenta de que los dulces la hacían sentir pesada, mientras que las verduras y frutas la hacían sentir ligera y feliz.

"- ¿Ves, Lila? No se trata de no comer dulces, se trata de encontrar un equilibrio. Elige también las verduras y verás cómo te sentirás mejor", le explicó Verdea.

Lila pensó durante un segundo y sonrió. "- ¡Tienes razón! ¡Prometo comer verduras esta semana!"

Y así, después de ese mágico encuentro, Lila comenzó a incorporar verduras en su alimentación. Se sorprendió al notar que disfrutaba cada vez más de sus comidas. Hizo ensaladas coloridas y hasta inventó nuevas recetas.

En el parque, al compartir con sus amigos, les contó sobre su aventura con Verdea y todos querían probar las verduras también. Con el tiempo, Lila se convirtió en la pequeña embajadora de las verduras en su barrio.

"- ¡Mirad cómo bailan las verduras! ¡Prueben esto!", les decía emocionada, transformando su amor por los dulces en un amor balanceado por la comida saludable.

Lila aprendió que no era necesario renunciar a lo que le gustaba, sino encontrar alegría al explorar nuevos sabores. Desde entonces, todas las tardes su mamá la veía salir con la mochila llena de verduras y frutas, listas para convertirse en un delicioso snack.

Al final, la pequeña Lila comprendió que, aunque los dulces siempre serían parte de su vida, las verduras tenían también su magia especial.

FIN.

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