La Aventura de Lluvia y Estrella



Era un 25 de diciembre lluvioso en la ciudad de Buenos Aires. El sonido del agua golpeando contra el techo era como una suave canción de cuna. Pero para Estrella, mi gato, no era el día ideal para quedarse adentro. Con su pelaje negro brillante y sus ojos verdes como esmeraldas, miraba por la ventana con curiosidad.

"¡Vamos, Estrella!" - le dije mientras le acariciaba la cabeza "Hoy es Navidad, y aunque llueva, vamos a disfrutar el día juntos."

Pero Estrella no parecía convencida. De pronto, un trueno resonó en el cielo y, sin pensar, saltó del sillón y corrió hacia la puerta de entrada.

"¿A dónde vas, Estrella?" - le grité, pero ella ya había abierto la puerta con su patita y salió corriendo bajo la lluvia.

Me asomé por la puerta y vi a mi pequeño gato correr por el jardín, persiguiendo gotas de agua. ¡Era un verdadero torbellino de energía! No quería dejar a mi precioso gato solo, así que decidí seguirla. Me puse la chaqueta y salí a buscarla.

Al principio, Estrella se divertía, saltando entre los charcos y corriendo tras de un grupo de patos que, curiosamente, parecían disfrutar más de la lluvia que yo.

"¡Estrella! ¡Ven aquí!" - la llamé, pero ella se hizo la desentendida, golpeando cada charco con sus patas. De repente, un día de lluvia simple se volvió emocionante. Estrella, sin darse cuenta, había cruzado una pequeña cerca y se adentró en el jardín del vecino.

"¿Estrella?" - susurré, mirando más allá de la cerca. ¡No podía dejarla ir sola!

Cuando llegué al jardín del vecino, vi a Estrella observando a un perro grande y animal que parecía asustado. El perro se escondió detrás de un arbusto, temeroso del sonido de la lluvia.

"¡Hola, amigo!" - le dije al perro con voz tranquila "No hay nada de qué preocuparse. Solo es lluvia."

"¿Por qué se esconde?" - preguntó Estrella, colocando su cabeza de lado.

"Creo que este perro no está acostumbrado a los días lluviosos. A algunos de nosotros nos asusta la tormenta, igual que a él."

Bajo las gotas de agua que caían, decidí intentar ayudar. "Mirá, Estrella. Vamos a hacer algo. Si juntamos unas ramitas y hojas, tal vez podamos crear un refugio para él."

Estrella, entusiasmada, se puso a buscar ramitas mientras yo recogía hojas. En poco tiempo, habíamos construido un pequeño cobijo improvisado donde el perro podría resguardarse de la lluvia.

El perro, curioso, salió de su escondite. Al ver el refugio que habíamos hecho, movió su cola y se acercó a nosotros.

"¡Mirá, Estrella! Se siente más seguro ahora. ¡Hicimos un buen trabajo!" - exclamé, llena de orgullo.

Estrella maulló, emocionada por su nuevo amigo. El perro se acomodó bajo el refugio, agradecido, e incluso comenzó a jugar con Estrella. Ambos se olvidaron del mal tiempo, disfrutando de este nuevo encuentro.

Mientras jugaban, sentí que el mundo era un lugar mejor.

"A veces, incluso en los días más grises, podemos encontrar maneras de hacer sonreír a otros" - le dije a Estrella, que no dejaba de saltar.

Finalmente, cuando la lluvia comenzó a parar, Estrella y yo regresamos a casa. Habíamos aprendido algo importante: aunque el clima no siempre sea el mejor, siempre hay algo bueno que podemos encontrar o crear, y la amistad puede surgir en los lugares más inesperados.

Esa Navidad, aunque fue lluviosa, se volvió especial. Estrella no solo había explorado, sino que también había ayudado a otros, y me había enseñado que incluso un pequeño acto de bondad puede hacer una gran diferencia. Al final del día, entendí que lo que importa son las pequeñas cosas que compartimos, sin importar si llueve o brilla el sol.

FIN.

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