La Aventura de los Alimentos Mágicos
Era una mañana clara en la ciudad de Melodía, donde todo brillaba con colores vibrantes. En una casita pequeña, vivía Lía, una niña curiosa y llena de energía. Un día, mientras exploraba el jardín de su abuela, encontró un libro antiguo titulado 'Los Alimentos Mágicos'.
"¿Qué será esto?" - se preguntó Lía, hojeando las páginas llenas de dibujos de frutas y verduras que sonreían.
Tras leer un poco más, Lía se percató de que cada alimento tenía un poder especial. La zanahoria te daba visión nocturna, la manzana te volvía ágil como un gato y el brócoli te hacía fuerte como un león.
Intrigada, Lía decidió hacer una prueba y organizar una fiesta con sus amigos. Pasó varios días preparándose, haciendo menús que incluían todos los alimentos mágicos del libro.
"¡Seguro van a alucinar con los poderes de la comida!" - exclamó emocionada.
El día de la fiesta, sus amigos, Pablo y Ana, llegaron con mucha curiosidad.
"Lía, ¿qué hiciste? Huele increíble aquí!" - dijo Pablo, mirando los platos llenos de colores.
"¡Hoy probarán alimentos mágicos!" - respondió Lía, mostrando una hermosa bandeja de ensaladas brillantes y jugos frescos.
Al principio, Ana y Pablo eran reacios.
"Pero, solo son verduras y frutas, ¿no?" - se quejó Ana, haciéndose un poco de la idea.
"¡No! ¡Miren!" - dijo Lía, mordiéndose una zanahoria "¡Prueben y verán!"
Poco a poco, los tres empezaron a probar de todo. Comieron ensaladas crujientes, batidos de frutas dulces y un delicioso brócoli al horno que Lía había preparado con queso.
Después de comer, empezaron a jugar en el jardín. Lía corrió tan rápido que Pablo no pudo alcanzarla.
"¡Pero qué pasó, Lía! ¡Sos una flecha!" - gritó Pablo, sorprendido.
"¿Viste? ¡Esto es por la comida mágica!" - respondió, riendo.
Al darse cuenta de que el comer bien les daba más energía para jugar, los tres se pusieron a hacer una carrera de relevos. Cada vez que pasaban una vuelta, se sentían más fuertes y rápidos.
Sin embargo, mientras compartían el momento, Ana se desplomó en el césped.
"Vale, ¿qué pasa?" - les preguntó Lía, preocupada.
"Me siento cansada... me duele la panza..." - se quejó Ana, con el rostro pálido.
"¿Qué comiste antes de venir?" - inquirió Lía, recordando que Ana había traído dulces.
Ana fue sincera. Había comido muchas golosinas antes de la fiesta.
"¡Tal vez eso tuvo algo que ver!" - exclamó Lía, recordando lo que había leído sobre los efectos de los alimentos en el cuerpo.
"No te preocupes, Ana. Las golosinas no son malas, pero no pueden ser la base de tu alimentación. La comida mágica es la que nos da energía real y nos ayuda a jugar sin parar." - explicó Lía.
Ana sonrió, entendiendo el mensaje. Lía y Pablo la ayudaron a beber agua y a descansar un momento bajo un árbol, donde las hojas susurraban entre sí.
"Prometo que la próxima vez traeré frutas y vegetales para compartir" - dijo Ana, decidida.
Después de un rato, Ana se sintió mejor.
"Estoy lista para otra vuelta" - aseguró, y los tres salieron a correr nuevamente, riendo y disfrutando de su tiempo juntos.
Desde ese día, Lía, Pablo y Ana aprendieron a compartir la comida mágica no solo con entusiasmo, sino también con mucho cuidado. Descubrieron que una buena alimentación no solo era rica, también les llenaba de energía y alegría. Y lo mejor, ¡su amistad se volvió aún más fuerte!
A partir de entonces, las fiestas de Lía siempre tenían un toque especial de comidas mágicas y risas, haciendo de Melodía un lugar donde la salud y la diversión iban de la mano.
FIN.