La Aventura de los Aprendices Perdidos



En un pequeño pueblo, había una escuela donde varios niños se sentían desanimados por ir a clases. Entre ellos estaban Lucas, un niño que soñaba con ser inventor; Sofía, a quien le encantaban los cuentos, y Tomás, que solo quería jugar al fútbol. Un día, decidieron hacer una huelga de clases.

"¡No quiero más matemáticas!" - exclamó Lucas, cruzando los brazos.

"¿Y si nos quedamos a jugar en el parque? Es más divertido" - respondió Sofía, buscando apoyo en sus amigos.

"¡Sí! ¡Fútbol todo el día!" - agregó Tomás, emocionado.

Mientras estaban en el parque, se les apareció un viejo extraño, con barba larga y una sonrisa misteriosa. Llevaba una túnica y en su espalda llevaba una mochila enorme.

"¿Qué hacen aquí, niños?" - preguntó el anciano, agachándose para estar a su altura.

"Nosotros no queremos ir a clases. ¡Es aburrido!" - respondió Sofía.

El anciano, en lugar de enojarse, se sonrió y dijo:

"¿Saben? Cada materia tiene su magia. Mi nombre es Maestro Aventura, y estoy aquí para mostrarles algo especial".

Con un movimiento de su mano, hizo que la mochila se abriera y de ella salieron libros voladores, mapas y hasta lápices que danzaban.

"¿Vieron? Estos son los objetos del saber. Si me acompañan, los llevaré a una aventura" - les propuso. Los niños se miraron emocionados.

"¿Aventura? ¿Cómo?" - preguntó Lucas, con curiosidad.

"A través de los conocimientos. Cada lugar al que viajemos mostrará la importancia de aprender. Vamos!"

De repente, un portal apareció detrás de ellos, y sin pensarlo, saltaron juntos al interior.

Tan pronto como aterrizaron, se encontraron en un mundo de matemáticas. Allí los árboles eran triángulos, y las flores, fracciones. Un pequeño duende les dijo:

"Hola, niños. Para salir de aquí, tienen que resolver este acertijo: ¿Cuánto es 5 más 7?"

Los niños se miraron. Nadie parecía tener la respuesta.

"¡Vamos, Sofía! ¡Tú puedes!" - gritó Lucas al notar que Sofía recordaba un poco lo que había aprendido.

"¡Es 12!" - respondió ella, y de inmediato el duende aplaudió y les abrió un camino.

"¡Genial, pero aún hay más por aprender!" - dijo el Maestro Aventura, guiándolos hacia el próximo portal.

El siguiente destino era un bosque lleno de letras. Allí un gran libro hablaba:

"Para pasar, deben inventar una historia utilizando 10 palabras. ¡Comiencen!"

Los niños se miraron, y con entusiasmo empezaron a crear historias.

"Una vez había un dragón que..." - comenzó Tomás, y así, cada uno fue aportando hasta tener una historia conjunta. El libro se recompuso, dejó escapar un brillo y les permitió seguir adelante.

Finalmente, llegaron a un campo de fútbol donde un gigante les preguntó:

"Para jugar, ¿quién puede explicarme las reglas del fútbol?"

Los niños, que eran fanáticos del deporte, se reunieron y uno a uno contaron lo que sabían sobre el juego y las normas.

"¡Perfecto! Ahora pueden jugar un partido. ¡Pero después, volvamos a la escuela!" - dijo el gigante, sonriendo.

Jugaron hasta agotarse y, cuando terminaron, sintieron algo especial: habían aprendido y se habían divertido.

El anciano volvió a aparecer:

"¿Vieron? La historia, el deporte y las matemáticas no son solo materias, son aventuras que los llevarán a más. Aprender es jugar con la imaginación. ¿Qué dicen?"

"¡Es cierto!" - dijo Lucas, emocionado.

"¡Nunca pensé que aprender podría ser tan divertido!" - dijo Sofía.

"Y ahora queremos volver a clases. ¡Cada materia es una nueva aventura!" - exclamó Tomás.

Así, los niños regresaron a la escuela con una nueva perspectiva. Abrieron más libros, preguntaron más cosas y se divirtieron aprendiendo. Nunca más pensaron en huir de las clases; todos sabían que cada día traía un nuevo viaje por descubrir.

Y desde entonces, el viejo Maestro Aventura nunca dejó de visitar el pueblo para inspirar a más niños con sus mágicas lecciones.

FIN.

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