La Aventura de los Cavernícolas y el Viajero del Tiempo
Había una vez, hace miles de años, un grupo de cavernícolas que vivía en una cueva enorme ubicada en un valle profundo. Estos cavernícolas, llamados Gor y Tika, eran expertísimos en hacer dibujos en las paredes de su cueva. Cada vez que querían contar una historia o compartir una idea, pintaban imágenes con carbón y colorantes naturales. Usaban sus manos y podían comunicarse haciendo señas de modo muy ingenioso, pero a veces se sentían limitados por la falta de palabras.
Un día, mientras salían a cazar, un destello brillante iluminó el cielo y un extraño objeto aterrizó cerca de su cueva. Curiosos, Gor y Tika se acercaron lentamente. Allí encontraron a un hombre con ropa inusual, que parecía de otro mundo. Era Max, un viajero del tiempo que había venido desde el futuro.
- ¡Hola! - saludó Max, sonriendo amistosamente.
Gor y Tika se miraron confundidos. Nunca habían escuchado esa palabra. Sin embargo, decidieron usar sus señas y dibujos para intentar comunicarse con él. Tika dibujó un sol y movió los brazos como si iluminara el cielo.
Max entendió y sonrió.
- ¡Ah, precioso dibujo! Eso significa día. Yo vengo de un lugar donde hay luz y colores. Pero no tengo tiempo, necesito volver - explicó Max.
Gor y Tika se miraron preocupados. No sabían cómo ayudarlo, pero querían hacerlo. Decidieron que debían mostrarle su forma de vida y demostrarle que aún sin palabras, podían comunicarse de su manera.
Tika llevó a Max a su cueva y le mostró las historias que habían pintado en las paredes. Cada dibujo representaba un momento importante de sus vidas: el día en que descubrieron el fuego, la vez que lucharon contra un gran tigre y la celebración del primer fruto de la cosecha.
- ¡Increíble! - exclamó Max, impresionado por la creatividad de los cavernícolas. - Ustedes cuentan historias con mucho arte.
Gor, al ver la admiración de Max, se sintió inspirado. Se le ocurrió una idea brillante. Corrió hacia su rincón de pinturas y comenzó a dibujar algo nuevo. Mientras dibujaba, Tika y Max se unieron, trazando líneas y formas juntos. Rieron y se divirtieron, sintiéndose un poco más cerca a pesar de las diferencias entre sus mundos.
Pero pronto llegó el momento en que Max debía irse. Su máquina del tiempo comenzaba a parpadear y vibrar, mostrando que la energía se estaba agotando.
- ¡No podemos dejarlos así! - dijo Tika angustiada.
Gor tuvo una revolucionaria idea. Empezó a dibujar un gran plano de la cueva y luego las flechas que llevaban al exterior. Quería mostrarle a Max cómo podían encontrar una nueva manera de comunicar sus historias.
- ¡Sí! - dijo Max emocionado. - Ustedes pueden seguir creando sus dibujos y contarle a otros lo que saben. Es la mejor forma de dejar un legado.
Justo cuando la máquina del tiempo estaba a punto de despegar, Max volvió a mirar a sus nuevos amigos.
- Ustedes me enseñaron algo muy valioso. A pesar de no hablar el mismo idioma, puedo entender su historia a través del arte. Y eso es algo que el tiempo jamás podrá borrar. - dijo mientras comenzaba a desaparecer en un rayo de luz.
Gor y Tika estaban maravillados. Habían tenido una experiencia única y le habían demostrado a Max que la verdadera comunicación es universal. A partir de ese momento, no solo continuaron creando hermosos dibujos en su cueva, sino que comenzaron a enseñar a otros cavernícolas cómo contar historias con su arte.
Con el pasar de los años, los relatos de Gor y Tika se convirtieron en leyendas que se contaban alrededor de las hogueras, y aunque Max se había ido, su espíritu de creatividad perduró en cada uno de ellos.
Así, los cavernícolas aprendieron que las palabras no siempre son necesarias para contar una historia y que la amistad puede trascender el tiempo y el espacio.
FIN.