La Aventura de los Cerditos y el Lobo Astuto
Érase una vez, en un campo verde y frondoso, cuatro cerditos que vivían alegres y felices. Cada cerdito tenía su forma de hacer las cosas: el primer cerdito, llamado Rápido, siempre se apuraba y construyó su casa de paja. El segundo, llamado Fuerte, decidió que lo mejor sería construir una casa de madera. El tercero, Ingenioso, optó por una casa de ladrillos, mientras que el cuarto, Soñador, prefirió explorar el campo en lugar de construir.
Una mañana soleada, los cerditos estaban jugando y de repente escucharon un rugido.
"¿Qué fue eso?" preguntó Rápido, asustado.
"No lo sé, pero suena a problema", contestó Fuerte, preocupado.
"Tal vez sea una aventura", dijo Ingenioso, con una mirada intrigante.
"¡Yo no quiero aventuras, quiero estar a salvo!" exclamó Soñador, temblando un poco.
Poco después, un astuto lobo apareció detrás de un arbusto. Lleno de intención, el lobo se acercó a ellos con una sonrisa astuta.
"Hola, cerditos. ¿Quieren jugar conmigo?" dijo el lobo, intentando parecer amable.
"¡No!" gritaron los cerditos a la vez.
"¡Nosotros sabemos lo que haces!" agregó Rápido.
"¡Sólo estás buscando comernos!" añadió Fuerte.
El lobo se rió, pero decidió cambiar de táctica. "Pueden estar seguros de que solo quiero ser su amigo. Pero primero, necesito una casa. ¿Puedo quedarme en la suya?".
Los cerditos se miraron entre sí, dudosos.
"Pero..." comenzó Ingenioso, "Si le damos refugio, tal vez no nos comerá."
"¿Cómo sabemos que no es una trampa?" preguntó Soñador.
"Mejor construyamos una casa para él", sugirió Rápido, que siempre quería hacer las cosas rápido.
Entonces, decidieron armarle al lobo una casa de paja en medio del campo, pensando que si le daban una casa, tal vez el lobo dejaría de ser peligroso.
Una vez terminada la casa, el lobo dejó escapar una sonrisa.
"¡Gracias, cerditos! Ahora somos amigos, ¿verdad?" dijo el lobo, pero en el fondo, se preguntaba cómo podría usar esa casa para atraparlos.
Los cerditos, aunque felices, seguían desconfiando del lobo. Así que decidieron hacer un plan. Ingenioso propuso que, mientras uno de ellos distraía al lobo, los demás se quedarían cerca, listos para ayudar. Ellos deberían demostrarle al lobo lo importante que es la amistad y la confianza.
El día siguiente, Soñador propuso ir a visitar la casa del lobo.
"Hola, lobo. Queremos jugar un juego", dijo Soñador con valentía.
"¡Claro! ¿Qué tipo de juego?" preguntó el lobo.
"Un juego sobre ser amigos. Comprendernos mejor, para que nunca haya dudas entre nosotros."
El lobo, intrigado, estaba dispuesto a intentarlo.
"Está bien, juguemos".
Jugando y hablando, pronto se dieron cuenta de que, aunque eran diferentes, podían compartir muchas cosas. El lobo, al escuchar las historias de los cerditos sobre sus sueños y aventuras, comenzó a arrepentirse de sus malas ideas.
"¿Saben? Me siento solo y no sé cómo hacer amigos", confesó el lobo, un poco apenado.
"¡Siempre puedes preguntar!" dijo Rápido.
"Y podemos enseñarles lo divertido que es jugar juntos. La amistad es muy importante", agregó Ingenioso.
"¡Así es!", gritó Fuerte, animando al lobo.
Desde ese día, el lobo decidió cambiar su forma de ser. Se unió a los cerditos y aprendió a hacer nuevas amistades. Juntos comenzaron a construir una nueva casa, esta vez de ladrillos, para todos, donde pudieran jugar y pasar buenos momentos. El lobo ya no era el villano, sino un amigo leal que había aprendido el valor de la amistad.
Y así, los cerditos y el lobo vivieron felices, recordando siempre que a veces, detrás de un aspecto temible, puede haber alguien que solo busca ser aceptado.
FIN.