La aventura de los colores perdidos



En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, los colores eran la esencia de la felicidad. Cada mañana, las flores sonreían con sus colores vibrantes, los pájaros cantaban con melodías llenas de matices y los niños jugaban en campos donde todo brillaba con alegría. Sin embargo, un día, sucedió algo inesperado: los colores comenzaron a desaparecer.

Los habitantes del pueblo se alarmaron y, al mirar hacia el cielo, vieron que las nubes grises se estaban acercando rápidamente. La alegría del pueblo se desvanecía.

Una niña llamada Lila, apasionada por la pintura, decidió que tenía que hacer algo al respecto. Se acercó a su mejor amigo, Roco, un pequeño loro que siempre la animaba con su canto.

"Roco, tenemos que encontrar los colores. Sin ellos, Arcoíris no volverá a ser feliz".

"¡Sí! Pero, ¿dónde podemos buscarlos?" - preguntó Roco, batiendo sus alas emocionado.

Lila pensó por un momento y recordó la historia de una leyenda que su abuela le había contado sobre un mágico Valle de los Colores, donde siempre brillaban los tonos más hermosos.

"Vamos al Valle de los Colores. Tal vez ahí podamos encontrar los colores que se han perdido" - sugirió Lila.

Y así, con una mochila llena de provisiones y la curiosidad en sus corazones, Lila y Roco partieron en su viaje hacia el valle. Caminando, se encontraron con un viejo sabio llamado Don Orbe, un caracol de grandes ojos que los miró con ternura.

"¿Adónde van, pequeños?" - preguntó Don Orbe, con una sonrisa.

"Vamos al Valle de los Colores a buscar los colores perdidos" - respondió Lila, esperanzada.

"¿Sabían que no solo los colores se han ido, sino que también se han olvidado las cosas importantes que les dan vida?" - dijo Don Orbe, su voz suave y sabia.

"¿Cómo qué?" - inquirió Roco, curioso.

"La amistad, la creatividad y el amor. Sin estos, los colores no pueden brillar. Recuerden, llevar los colores es importante, pero más importante es mantener la luz en sus corazones" - explicó el caracol.

Los niños se miraron y entendieron que su misión era más grande de lo que pensaban. Continuaron su camino, esta vez hablando sobre las cosas que valoraban: los juegos, las risas y las historias que compartían.

Luego de muchas horas de caminata, llegaron al Valle de los Colores, que estaba cubierto de un misterioso manto de neblina. Al llegar, descubrieron que en lugar de colores brillantes, todo se veía gris.

"¡No puede ser! Parece que no hay colores por aquí" - se lamentó Lila, sintiéndose derrotada.

"No te rindas. Tal vez debamos buscar dentro de nosotros mismos" - sugirió Roco, con un tono de voz firme.

Roco se posó sobre un hermoso arbusto y comenzó a cantar una melodía que, aunque suave, transmitía alegría. Lila lo siguió, creando una hermosa armonía. Al sentir sus corazones vibrar, Lila comenzó a recordar todos los momentos felices que había compartido con sus amigos y los colores comenzaron a brillar a su alrededor.

"¡Mirá!" - exclamó Lila asombrada. El área comenzó a iluminarse con pigmentos de azul, rojo, amarillo y verde.

"¡Lo logramos, Lila! La alegría está en nosotros" - chilló Roco, aleteando emocionado.

Pero, de repente, una sombra oscura apareció. Era un gigante del olvido que devoraba los colores que brillaban.

"¡No, no!" - gritó Lila, decidida a no dejar que el gigante se llevara la felicidad del pueblo.

"¡Dejálos en paz!" - le dijo Roco, volando alrededor del gigante.

El gigante, sorprendido por la valentía de los pequeños, se detuvo.

"¿Por qué persiguen los colores?" - preguntó, sorprendiendo a los amigos.

"Porque son la esencia de la felicidad y sin ellos, el mundo está apagado" - respondió Lila, con determinación.

El gigante, al escuchar estas palabras, reflexionó y empezó a cambiar. Se dio cuenta que aunque había estado viviendo en la oscuridad, también anhelaba ver colores.

"Quizás, si ustedes me muestran cómo son los colores de la alegría, yo podría dejarlos brillar" - propuso el gigante.

"Podemos mostrarte, pero debes prometer que no volverás a devorarlos" - advirtió Roco.

El gigante asintió, y juntos, comenzaron a compartir los recuerdos de la amistad, la alegría y el amor que tienen. Así, el Valle de los Colores fue recuperando su luz. Las flores comenzaron a florecer, el cielo se llenó de azules y los pájaros cantaron una hermosa sinfonía.

Finalmente, el gigante comprendió que los colores no podían ser consumidos, sino que debían disfrutarse y compartirse.

"¡Gracias, Lila y Roco! Por enseñarme que los colores son mejores cuando se comparten" - dijo el gigante, mientras su sombra se desvanecía y empezaba a brillar con tonos suaves.

Lila y Roco regresaron a Arcoíris con los colores renaciendo en sus corazones, sabiendo que la amistad, la creatividad y el amor son los auténticos portadores de luz. Desde ese día, el pueblo nunca volvió a tener colores perdidos, porque siempre recordaron nutrir esas cosas importantes que dan vida de verdad, hasta que todos los colores florecieron nuevamente.

Y así, en Arcoíris, los colores no solo regresaron; se multiplicaron, iluminando ayeres y mañanas, trayendo alegría a cada rincón del pueblo.

Fin.

FIN.

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