La Aventura de los Colores Perdidos
En el tranquilo pueblo de Coloreta, el sol brillaba por encima de los coloridos tejados y la risa de los niños llenaba el aire. Sin embargo, algo extraño estaba ocurriendo: los colores, uno por uno, comenzaban a desaparecer misteriosamente. El cielo se tornó gris, las flores perdieron su brillo, y hasta los helados dejaron de tener esos vivos colores que tanto gustaban. Por eso, un grupo de amigos decidió actuar.
Eran tres valientes: un lápiz llamado Lino, un pincel llamado Pipo y una caja de crayones, cada uno de diferente color.
"¡Esto no puede seguir así!" - exclamó Lino, afilando su punta con firmeza.
"¡Tenemos que encontrar al ladrón de colores!" - agregó Pipo, mientras agitaba sus cerdas.
"¡Sí! Pero, ¿por dónde empezamos?" - preguntó la caja de crayones, que se abrió revelando sus variados colores: rojo, azul, verde y amarillo.
Después de discutir un rato, decidieron visitar a la anciana paleta, la más sabia del pueblo, que siempre tenía respuestas para todo.
"¡Hola, pequeños! ¿Qué los trae por aquí?" - preguntó la anciana paleta, sonriendo mientras mezclaba colores.
"Los colores están desapareciendo, señora paleta. ¡Ayúdenos!" - dijo Lino con preocupación.
"He oído rumores sobre un troll llamado Grisón que vive en el bosque de Sombras. Se dice que le gusta robar colores para volverse más brillante. Si lo encuentran, podrían recuperar los colores perdidos" - reveló la paleta.
Sin pensarlo dos veces, Lino, Pipo y la caja de crayones se dirigieron al bosque de Sombras. Caminaron por largas horas, cruzaron ríos y saltaron sobre troncos caídos, disfrutando de cada momento juntos. Pero, cuando llegaron a la guarida de Grisón, se encontraron con una sorpresa.
El troll, en lugar de ser malvado, se mostraba triste y solitario.
"¿Por qué has robado los colores, Grisón?" - le preguntó Pipo, mirando con compasión.
"No quería hacer daño, pero... me siento invisible y pensé que al robar los colores podría ser especial como ustedes" - confesó Grisón, que apenas podía mantener su mirada.
"Los colores son para compartir. Nadie se siente especial por tener colores, sino por cómo los usamos juntos" - respondió Lino, su voz llena de empatía.
Los amigos decidieron ayudar a Grisón. Juntos, comenzaron a pintar el bosque, llenándolo de vida y color.
"Miren, Grisón, cuando pintamos juntos, todos los colores brillan aún más!" - dijo la caja de crayones, sonriendo.
"¡Quiero ser parte de esto!" - exclamó Grisón, empezando a reír por primera vez.
Y así, poco a poco, el color regresó a Coloreta. Grisón se unió al grupo como un amigo más, prometiendo no volver a robar colores y ayudando a todos en el pueblo a mantener el brillo en sus vidas.
Cuando regresaron al pueblo, todos celebraron la llegada de Grisón, y los colores que una vez se habían perdido llenaron el aire de alegría y risa. Tuvieron una gran fiesta donde todos pintaron juntos, creando murales que narraban su historia.
Y así, aprendieron que compartir y ser inclusivos es lo que realmente les da color a la vida. Desde aquel día, el pueblo de Coloreta nunca volvió a ver los colores de la misma manera.
"Los colores son amigos, y juntos hacemos magia" - dijeron todos, riendo bajo el radiante arcoíris que se formó en el cielo.
Fin.
FIN.